Jueves de relatos: A través de sus ojos

Madre mía, ¡cómo pasa el tiempo! Algo me dice que este va a ser el último relato del año...

¿Con ganas de leerlo?

La verdad es que me entusiasma que sea precisamente una convocatoria de los Relatos Jueveros, ya que gracias a ellos me he animado escribir más asiduamente y además he conocido blogs maravillosos que espero seguir leyendo durante muchos, muchos años.

Hemos escrito sobre miedos, olvidos, nos hemos enviado cartas a nosotros mismos, hemos hablado sobre héroes y heroínas, manos y monedas, madres, dimos la bienvenida al otoño, nos hicimos regalos y hablamos de paraísos. ¡Esta vez toca ponernos en la piel de los felinos y ver a través de sus ojos irisados!

Por supuesto, durante 2017 también ha habido otros retos, como el ICUE o el LMDEinktober. He publicado dibujos, poemas, microrrelatos independientes y algún que otro capítulo de Alter Ego. Se me han ocurrido nuevos proyectos y tengo muchas ganas de que el 2018 sea un aún más próspero año escritoril. La pregunta del millón es:

¿Me acompañaréis?

Espero que paseís unas muy felices fiestas y que disfrutéis de este último relato del año:

"DISCULPAS ACEPTADAS"

—¿Shasha? Espero que no sigas resentido conmigo después de lo que ocurrió con el cofre de Schrödinger... ¡Gracias a eso ahora eres inmortal! Venga, cariño... Mi criaturilla preciosa... no me mires con esos ojos... ¿Quieres una sardina? 

El gato le dedicó a su dueña un maullido de descontento. Parecía dudar entre acercarse por fin a ella, poniendo remedio a aquella falta de cariño con la que la había castigado, o mantenerse alejado unos días más. Seguían doliéndole las uñas de cuando lo había encerrado en aquel horrible cofre y él había intentado escapar, y aún no se habituaba a aquella extraña sensación de estar vivo y muerto a la vez. Desde entonces había corrido, saltado, estirado, maullado, arañado... ¡Todo lo que solía hacer cuando aún estaba vivo! Pero buffff, no se sentía igual que antes.

—No me has dado ni espacio ni tiempo para explicarme... ¡Lo siento! —Los tirabuzones rubios de la brujita se estiraron y comprimieron en el aire como muelles—. No podía soportar la idea de que tu fueras a morir en cualquier mometo, y eso que dicen que los gatos tenéis siete vidas...

El gato le sostuvo la mirada, ojos verdes versus ojos verdes. La bruja milenaria se agachó para quedar a su altura y adquirió una pose de esfinge, imitándolo.

—Por favoooor. ¡Se me rompe el corazón al verte así! Además, tengo toda la eternidad para disculparme... ¿Me perdonas?

El gato parpadeó.

Una vez.

Dos veces.

Tenía razón: gracias a ella tenía toda la eternidad para jugar, remolonear, curiosear, cazar, ronronear... Finalmente se irguió y echó a andar hacia ella, con sus característicos y sinuosos movimientos. Alice no se movió, aguantando la respiración. Cuando quedó a un palmo de distancia de su rostro, alzó una pata y la colocó directamente encima de su nariz. Ella rió.

Para más miradas, visitad a Molí

Para más relatos sobre Alice:

Los ojos verdes

El chino, la ballena y la coliflor

La cazadora de moscas

La isla de los híbridos