El siguiente relato lo escribí hace poco.
Las protagonistas son dos personajes de mi novela, llamadas Alice y Verónica, aunque la historia que voy a contar aquí no tiene nada que ver con el argumento de mi libro; esta es como un punto y a parte, como si los personajes tuvieran más vida a parte de la que cuento en mi libro.
Sin embargo, esta historia surgió contándole un cuento a mi hermana, que por suerte se me ocurrió grabar con el móvil mientras hablaba, así que la conversación que mantienen estos dos personajes en realidad es la que mantuvimos mi hermana y yo esa noche. Alice sí que está basada en ella, pero Verónica no está basada en mí, sino en una amiga mía a la que le mando muchos besos cibernéticos desde aquí <3 Después de decidirme a colgarla en el blog, la transcribí a papel (fueron 25 minutos de grabación O.o ) y del papel la pasé a ordenador.
Espero que os guste y estoy segura de que este no va a ser el único relato de Ali y Vero que cuelgue...
LA
ISLA DE LOS HÍBRIDOS
La cueva había adquirido un tono
azul negruzco cuando se hizo de noche.
El lugar tenía unas dimensiones
espectaculares, estaba compuesto por habitaciones interconectadas por pasillos
larguísimos que si no te los conocías bien se convertían en un laberinto. El
techo era el agua del mar.
Ahora, la superficie era azul
acero y apenas se percibían los rayos de luna, puesto que la cueva se
encontraba a más de 150
metros de profundidad.
Hacía frío, pero las brujas ya
estaban acostumbradas a las húmedas temperaturas de su hogar.
—Vero, ¿me cuentas un cuento?
—Preguntó Alice, arrebujándose en su cama.
Alice y Verónica eran las
propietarias de esa cueva submarina y las únicas habitantes de la Isla de los
Sueños. Se podría decir que la misma Isla de los Sueños era creación suya, pero
entonces la historia no sería del todo exacta.
—Está bien, Ali, a ver si se me
ocurre una historia que contarte…
—¡Bien! Te doy dos minutos y tres
segundos para pensarlo. Mientras, iré a ver si todo anda correcto en mi manzana…
Alice se levantó y se fue del
dormitorio en dirección a su laboratorio, donde realizaban la mayor parte de
sus experimentos, dejando a su hermana sola y pensativa.
Ambas tenían miles de años. Su
apariencia verdadera era la de dos seres estirados, altos y escuálidos como
juncos, con ojos grandes y labios finos y pequeños. Su piel estaba arrugada y
estriada como la madera, y si estuvieran en un bosque se mimetizarían con su
entorno, pues de lejos parecían árboles.
Verónica tenía el pelo rosa fucsia
entrelazado en numerosas trencitas, que se entretejían formando una jaula
repleta de pececillos etéreos y livianos como el viento, mientras que Alice
solía llevar suelta una melena dorada y ondulada como los rayos de Sol que le
llegaba hasta las huesudas rodillas.
Eran seres completamente únicos
en el mundo.
Sin embargo, había veces que les
gustaba cambiar su forma arbórea por una humana, sobretodo cuando visitaban
otras islas, pues sino llamaban demasiado la atención y corrían el peligro de
que las confundieran con árboles de verdad, las talasen y las convirtieran en
cerillas.
Transformadas en humanas, eran
dos niñas que aparentaban tener doce años.
Como niña, Alice tenía el cabello
dorado, no tan largo como en su forma arbórea, y era escuálida y muy pálida.
Verónica, por su parte, tenía el pelo negro y cambiaba el peinado de la jaula
por una sedosa melena que le llegaba a los hombros, aunque si te fijabas bien
podías ver pececillos etéreos nadando entre sus cabellos. Su piel también era
blanca y, al igual que su hermana, mostraba bajo una tupida capa de pestañas
unas amoratadas ojeras.
—¡Veroooooo! ¡Ya se ha acabado el
tiempooooo! —Alice, con su forma de niña, entró en el dormitorio bailando y se
lanzó de nuevo sobre su cama, donde la esperaba el osito de peluche que siempre
abrazaba mientras escuchaba los cuentos de Verónica—. ¿Tienes la historia? —Le
preguntó, apretando al osito contra su pecho.
Verónica asintió desde la otra
cama, sonriente.
—Sí. El cuento de hoy se titula:
“Alicii y la Isla de los Híbridos”.
—¡Oh! Otra historia sobre mí… Por
cierto, ¿que es un híbrido?
—Pues, un híbrido, cariño mío,
es… como los centauros.
—¡Ahhhh! —Alice se dio una
palmada en la cabeza—. O sea, como los hipogrifos.
—¡Exacto! Entonces…
Alice la interrumpió, poniendo
cara de susto:
—Es que Vero, me pones esas
cosas en los cuentos y luego tengo pesadillas…
Vero se rió.
—¿El qué? ¿Te refieres a los
híbridos? Pero si sé que te van. —Al darse cuenta de lo que acababa de decir
frunció el ceño—. Huy, eso ha quedado muy raro… —Alice se rió por la idea, y
entonces Verónica le dijo maliciosamente—: Se lo voy a decir a Toooom…
Tom era el nuevo novio milenario
de Alice, aunque en realidad ese no era su verdadero nombre. Alice dejó de
reírse de golpe.
—¡No te atreverás!
—¡Claro que sí!
—No, no, nooo —Alice hizo que su
osito de peluche negase con la cabeza al son de sus palabras.
—Sí, sí, sííí.
—No, no, noooooo…
—¡Deja de hacer que el osito
asienta con la cabeza, Ali! Me pones nerviosa, y él sobretodo —señaló al
osito—, con esa sonrisilla malvada típica de los juguetes de las historias de
terror…
—¡Anda! ¡Deja tú en paz a mi
osito y empieza de una vez por todas con la historia!
—La Isla de los Híbridos…
—Comenzó Verónica, poniendo serio de repente el semblante—. Fue una isla que no
llegó a ser ni muy grande ni muy próspera, pues no llegó a tener unas normas fijas…
—¿Ah, no? —Alice ya estaba
sumergida completamente en la historia.
—¡Claro que no! Se vivía en una
especie de anarquía, Alice, porque cada híbrido hacía lo que le daba la gana, y
al final unos híbridos se comían a otros… Pero bueno, ya llegaremos a ese punto
más adelante, ahora lo más importante es explicar los orígenes de la Isla. La
cuestión es que Alicii era una especie de… —Se cortó de repente, dándose cuenta
de un detalle que aún no había explicado—. Alicii no era su verdadero nombre.
Su verdadero nombre no se va a saber nunca, porque es un secreto…
—Soy yo —La interrumpió Alice,
alzando las cejas y echando por los suelos el halo de misterio que intentaba
crear su hermana.
—¡Cállate, Alice! —La reprendió
la otra, molesta, y luego continuó—. Su nombre lo iba variando: había tenido
nombres como Alicia, Ali, Alissa, Alimaña…
—¡Oye!
—… Alimento…
—O Alicate —exclamó la propia
Alice.
—¡Efectivamente! Y en este caso
se llamaba Alicii, en honor a uno de sus artistas favoritos —Alice hizo como
que el osito aplaudía—. Pues esta Alicii, era una especie de bruja con forma de
árbol que se podía convertir en humana, y que cuando era un árbol sus dedos le
servían para tocar el violín.
—¡Y con los pies toco el
acordeón!
Verónica puso cara de confusión.
—¿Eso desde cuando?
—No sé, se me acaba de ocurrir…
¡Pero mañana mismo empezaré a tocarlo! —Alice se quedó callada unos instantes—.
Por cierto, ¿qué es un acordeón?
—Una especie de fuelle con piano
—respondió Verónica inmediatamente.
—Ahhhh —Alice volvió a darse una
palmadita en la cabeza—. Y añade a la historia que también podía tocar las
Melodías Solares con los rizos, pues estas están reservadas a seres de un plano
superior… ¡Como yo!
—¡Alice, si hablas no me dejas
continuar!
—Vale... Continúa, please…
—Se calló Alice, resignada, aunque su hermana sabía que no tardaría mucho en
volver a interrumpirla.
—El primer híbrido que creó
Alicii fue una especie de canguro con las patas delanteras en forma de paletas.
»Era un híbrido acuático, y
cuando lo soltabas en un lago, o en el mar, nadaba dando saltos en el fondo de
arena, como los canguros normales, y se ayudaba con las paletas para
impulsarse, pues como ya sabemos los cuerpos se mueven más despacio debajo del
agua.
»A partir de esa creación Alicii
se propuso crear otras tres criaturas, para cada uno de los cuatro reinos en
los que dividió la isla. De esta forma ya tenía el rey del Reino Acuático (o
sea, el del elemento del agua), que se llamaba…
—Braulio.
—Braulio, el canguro acuático, okey…
»Y como rey híbrido del elemento
tierra y Reino Terrestre, creó un oso que tenía pezuñas de topo para poder
excavar, pues le servía a Alicii para buscar túneles a otros mundos. Este rey
se llamaba Excavador 23… ¡Alice, tu osito me acaba de mirar mal!
La historia se interrumpió de
nuevo.
—¿Qué dices, loca?
—¡Lo que oyes! Ya te digo yo que
es un osito malvado… Con esos ojos negros sin vida que brillan como canicas…
—Tiene los ojos marrones —la
rectificó Alice.
—Son negros.
—Marrones.
—¡Negros! Alice, las pupilas son
negras y enormes y luego tiene un iris marrón oscuro que casi ni se ve.
—A ver, Verónica,… Tú no tienes
los ojos negros por muy grandes que tengas las pupilas. Siempre se dice que se
tiene el color de ojos según el color de los irises. Son. Ojos. Marrones.
—Bueno, vale, dejemos de
discutir… Pero el osito sigue dando miedo.
Alice le tiró el oso, que le dio
de pleno en la cara, y Verónica se lo devolvió rápidamente.
—¡Lo ves! ¡Me acaba de atacar!
—¡Claro! —Exclamó Alice—. Como no
terminas nunca con la historia…
Verónica resopló y le hizo caso.
—De momento tenemos a dos de los
cuatro reyes, a Braulio el canguro acuático y al oso Excavador 23, que se llama
también Rudolf, en honor al reno, porque el también tenía la nariz roja, claro
que a esta isla Papá Noel no llegaba a tiempo con los regalos…
—¡Joooo! —Se quejó Alice.
—¡Eh! No llegaba Papá Noel, pero
llegaba Mamá Noel… Que era malvada.
Alice abrazó su osito, asustada,
y Verónica se dispuso a añadir:
—…Malvada para los que no fueran
de esta Isla, pues esta era una Isla al revés. Bueno no, más bien era una isla
de locos… de híbridos locos… Bueno, siguiendo con la presentación de los reyes…
»El del elemento del aire era un
pez que tenía alas de paloma y cerebro de mosquito. No era un rey muy listo, y
al final fue uno de los culpables de que cayera en desgracia esta isla.
»Por cierto, se me ha olvidado
comentar antes que el oso Rudolf era un oso corrupto.
—¿Qué es eso?
—Que llevaba el dinero de su
reino a Suiza.
—Aahhh —Alice se dio la enésima
palmada en la cabeza—. Y el pez aéreo se llamaba Braü, ¿verdad?
—¿Cómo?
—B. R. A. U. —Deletreó Alice—.
Con diéresis en la U.
—¿Y ese nombre qué significa?
—No lo sé.
—¿Entonces? Además, Braü se parece
a Braulio, y ya tenemos a Braulio el canguro. ¡Dime otro nombre, Alice!
Ambas se quedaron pensativas.
—¡Se llamaba Aella! —Exclamó
finalmente Verónica—. Por si no lo sabes, es el nombre de un rey de Inglaterra
en la época de los vikingos… Y Aella, el pez volador, regía un comedor social.
—¿En serio?
—Sí. Puede que fuera tonto, pero
al menos tenía un buen corazón, no como Rudolf el corrupto…
»¡Y por último! Y el más
importante de la historia, el híbrido del fuego era… una pulga. La Pulga Ignífuga,
que se llamaba…
—Carlotta.
—Carlotta es nombre de araña —Se
quejó—. Esta pulga se llamaba Tippy. Y antes de convertirse en Reina del fuego,
era trapecista en un circo de pulgas. ¿Que cómo llegó al trono? Eso te lo
contaré en otro cuento.
»El caso es que Alicii pobló cada
uno de estos reinos con miles y millones de híbridos que ahora no voy a
describir porque sino no terminaríamos nunca. Ella misma utilizaba recortes de
partes del cuerpo de animales sacados de revistas del Natural Geographic y los
metía en una gran olla, que de la que, después de revolver, sacaba varios
recortes, y así con los recortes que salieran creaba un híbrido, al que ponía
un nombre determinado y metía en uno de los reinos.
»De esa forma no tenía toda la
decisión final, sino que se servía del azar y del Destino, de un algo superior
a ella…
—Nada es superior a mí.
—Lo que tú digas…
»El caso es que había híbridos
que se comían unos a otros (tal y como he dicho antes), y había híbridos que
querían estar en otros reinos,… excepto en el del fuego, que normalmente
evitaban pues los que no eran ignífugos no aguantaban bien el calor. Así que
los reyes híbridos empezaron a ser presionados por las revoluciones de sus
subordinados híbridos. Hubo guerras y destrucción. Surgieron amores prohibidos.
Los híbridos se juntaron con otros de otros reinos y eso resultó híbridos aún
más chocantes y extraños, que no sabían a qué reino pertenecían. Entonces
empezaron a crearse otros reinos, porque como cada híbrido era diferente…
—Entonces había mil reinos.
—Comprendió Alice, pero Verónica hizo como que no la escuchaba y continuó
hablando:
»…y cada híbrido era su propio
reino, por lo que cada uno tenía sus propias normas, lo cual los llevó a la
anarquía que anticipaba al principio.
—Pero has dicho que en el reino
del fuego no entraban otros híbridos, por lo que el Reino del Fuego se mantuvo
intacto, ¿no?
—Ahí quería que llegases…
»Las pulgas ignífugas se dieron
cuenta de lo que estaba sucediendo, y la Reina Tippi aprovechó la situación
para conquistar el lugar, consumiéndolo todo en el fuego. Evaporaron el mar,
hirviendo en vida a todos los híbridos acuáticos, y de las aguas solo quedó
arena y sal. Y también consumieron el aire…
—Si lo consumieron, ¿cómo
sobrevivieron? El fuego y las pulgas necesitan oxígeno para sobrevivir.
—Eran pulgas ignífugas
anaeróbicas —se encogió de hombros Verónica—, y el fuego que utilizaban no se
apagaba nunca. ¿Conforme?
—Conforme.
—Sin embargo, Alicii no era
partidaria de lo que estaban haciendo las pulgas, destruyendo todo su trabajo,
y tenía miedo de que estas se expandieran a otras islas para ejercer su
reinado, así que las mató con un insecticida especial… Un insecticida de hielo.
—¡Claro! Qué lista esa Alicii… Un
insecticida para matar a las pulgas y hielo para apagar el fuego.
—Sí, muy lista… Así que la Isla
de los Híbridos quedó cubierta completamente de hielo, y como quedó despoblada
Alicii se la regaló a una de sus amigas brujas, Nilak la fría. Fin.
Alice bostezó.
—Bonito cuento…
—Gracias.
—Pero el “Fin” es un “Fin” entre
interrogantes. Así: “¿Fin?” —Verónica dibujó la palabra en el aire mientras lo
decía.
—¿Por? —Preguntó Alice, que ya
empezaba a dormirse.
—Porque hay serias dudas de que
el osito Rudolf sucumbiera al fuego de las pulgas —Alice se despejó de golpe, y
Verónica hizo como si no se diera cuenta de su reacción—, pues al ser un oso
excavador, se cuenta que cuando vio que las pulgas empezaban su conquista,
empezó a excavar el túnel y excavó y excavó, y a medida que excavaba iba
tapando el túnel que dejaba a su paso para que nadie le siguiera, dejando así a
su suerte al resto de las criaturas, y de tanto excavar llegó a otra isla,
salvándose… ¡Pero eso son solo rumores! Ahora… ¡a dormir!
Verónica cayó sopa al instante,
pero Alice tardó mucho en dormirse, porque notaba algo raro en su osito de
peluche de ojos negros y nariz roja, como si sus patas terminasen… en pezuñas
de topo.
Dibujo de mi hermana, mi pequeña musa :) |
Todo un oersonaje ese osito.
ResponderEliminarTodo, todo un personaje ;) Ya no miramos igual al osito, jajaja
EliminarMe encanta! Es muy original y está lleno de imaginación. El ejercicio de pensar en como era su apariencia me ha gustado mucho, pues trato de imaginarlas tal como las describes. Es como entrar en otro mundo mientras te leo y eso me gusta.
ResponderEliminarMuchos besos.
¡Ay, me alegro de que te gustase! Fue totalmente improvisado, la verdad, y ya cuenta con unos añitos *__*
EliminarEspero que te animes a leer más relatos, Sakkarah. ¡No dudes en visitar el Aevum cuando desees!
Un besazo
Entre ese osito de ojos negros y Rudolf el corrupto, tu cuento resulta algo inquietante, no sé si hoy podré dormir. Aunque yo también soy un híbrido, soy un Vampi-León :) Me cuentas un cuento?
ResponderEliminarDulces besos ignífugos.
Es lo que salió en ese momento jajajaja Y para ser improvisado no está mal.
EliminarAhora mismo estoy contando otro tipo de cuentos... un cuento más kinky, ya sabes ;)
Dulces besos ignífugos, Vampi-León