El año pasado, en filosofía,
vimos “La verdad” como distintas interpretaciones: adecuación, coherencia,
evidencia y perspectiva. La que más me llamó la atención fue ésta última, con
Nietzsche como uno de sus más importantes representantes.
Nietzsche no creía en la razón
humana. Para él, las palabras no son más que metáforas artificiales de las
cosas, y los conceptos solo son la prueba de que los seres humanos tenemos la
necesidad de apropiarnos del mundo y establecer sistemas para que eso sea posible,
pues el orden implica una mejor dominación. En otras palabras: la verdad no
existe, y las verdades que afirmamos que lo son, son mentiras que tachamos de
verdades porque nos interesa que sea así.
Ahí es cuando llegamos al tema
principal del post: las mentiras.
¿Qué es una mentira?
Una mentira es una expresión o
manifestación de algo distinto a lo que se sabe, se cree o se piensa. Pero
claro, si según Nietzsche y su verdad como perspectiva lo que decimos es
mentira…
¿Qué es verdad?
La verdad sería lo que decimos
para camuflar la mentira, provocando que la mentira se convirtiera en verdad y
la verdad en mentira, con que al fin y al cabo seguirían existiendo tanto la
una como la otra, solo que serían lo que no son.
Si el significado de sus palabras
fuera cierto, él estaría mintiendo porque está diciendo lo que a él le interesa
que sea verdad, que en realidad es mentira. Y si lo que dice es mentira, se
está equivocando (de ahí podríamos sacar la premisa de que “equivocarse”
consiste en “mentir inconscientemente”) Sin embargo, el que Nietzsche se
“equivoque” le da la razón, paradójicamente.
¿La verdad de Nietzsche es la correcta, entonces?
Quizás estamos complicando
demasiado el asunto y “verdad” y “mentira” solo son dos términos, dos
“metáforas artificiales de las cosas” que nos ayudan a ordenar conceptos como
“decir a tu madre que tú no has roto su jarrón preferido” (cuando ha sido así)
es mentira, y “confesar que lo has hecho”, es verdad. Quizás son solo dos
palabras vacías que para lo único que sirven es para discernir entre lo que está
bien y lo que está mal. Pero…
¿Y si lo que es correcto en un contexto determinado es mentir?
Siempre están esas “mentiras
piadosas” que existen para no herir los sentimientos de otras personas, por lo
que podríamos concluir que las verdades pueden ser mentiras y lo que al
principio puede justificarse como una mala acción, luego puede resultar que es
la mejor opción. Sin embargo…
¿De verdad puede llegar a ser mejor mentir que decir la verdad?
Ahora sí, concluyamos antes de
que el tema se nos vaya de las manos…
Nada es lo que parece ser. Las
verdades pueden ser mentiras, las mentiras verdades, las verdades verdades, y
las mentiras mentiras, pero eso no implica que lo que sea que parezca (verdad o
mentira) no exista.
Príncipe Encantador – ¡Tú! No puedes mentir… Dime, marioneta: ¿Dónde está Shrek?
Pinocho – Hmmm… Bueno, yo no sé dónde no está.
Príncipe Encantador – ¿Estás diciéndome que no sabes dónde está Shrek?
Pinocho – No. Sería inexacto suponer que no podría dejar de decir que no es casi parcialmente incorrecto.
Príncipe Encantador – ¿Sí sabes dónde está?
Pinocho – Oh, al contrario, definitivamente diría que rechazo la idea de que sea posible con cierta falta de improbabilidad de que sepa o no sepa dónde a lo mejor no es y si en verdad ahí no estuviera y aunque no estuviera donde yo no sé que estaba, no significaría que no supiera con certeza dónde no está, ahora que si no estuviera ahí…
Y una paradoja como regalo:
Si Pinocho dice que le crecerá la nariz y no lo hace, miente. Pero si es mentira le crecerá la nariz, por lo que sus palabras serán verdad y no le debería haber crecido la nariz. Entonces…
Esto hay que leerlo con mucha atención, sino es fácil perderse jajaja No concuerdo con Nietzsche, porque para mí la verdad es aquello irrefutable para todos, una verdad no resiste interpretaciones, es o no es. Y la mentira es lo que se contrapone a esa verdad, se acomode como sea, una mentira no tiene sustento en nada verdadero. Y nunca será mejor mentir, ni aún piadosamente, porque estás faltando a la verdad que supone actuar bien. En cuanto a Pinocho, a él le rece la nariz cada vez que miente, no puede "camuflar" su mentira por más vueltas que le de al asunto. Es como estar condenado a la evidencia ante los demás.
ResponderEliminarDulces besos verdaderos Dafne y dulce fin de semana.
Me alegro de que te hayas pasado a leer este post, Dulce. Me llama la atención que en las estadísticas del blog aparezca con miles de visitas, y sin embargo hayas sido tú el primero en comentar... Eso también me alegra ;)
EliminarMe ha gustado mucho tu conclusión: si existiera Pinocho, podríamos discernir mejor las evidencias.
Dulces besos verdaderos y feliz fin de semana.
Pinocho nunca dirá que le crecerá la nariz. Estoy seguro de que no puede decirlo. Gepetto le introdujo un mecanismo en la boca, para que no pueda pronunciar esa frase.
ResponderEliminarEste post te lo han comentado poco, porque es difícil de seguir. Sin ánimo de ofender, la mente es más ágil para estos "juegos" en la juventud.
Con Nietche coincido en que la clasificación nos hace más faciimel control. No sólo en el tema de la verdad. Tenemos la mente acostumbrada a simplificar y encuadrar en categorías. De jóvenes nos enseñaban a estudiar con esquemas. No creo que las verdades sean blancas o negras, hay grises y puntos de vista, que nos pueden llegar a parecer los únicos posibles, pero que no lo son.
Besoss Dafne. Y ahora voy a leer lo de ”la mentira"
¡Hola, Gabi! Encantadísima estoy de que me hayas comentado; por lo tanto, también tienes una mente ágil y joven ;P
EliminarTotalmente de acuerdo con simplificar y encuadrar en categorías. A mí me gustan mucho los esquemas porque puedes analizar un problema de cerca (analizando cada una de las ramas) o globalmente. Además, es una forma de aclarar conceptos.
Ahora leo tu comentario de "Relato juevero: la mentira".
¡Mil gracias!
Un besazo