En
mi mundo, siempre había nieve. Si los copos no estaban flotando y
precipitándose desde la cúpula en todas direcciones, agitados, revoloteando
como los pajarillos que aquí no existían, entonces cubrían el suelo o estaban
posados en el tejado de mi casa.
Sí,
en mi mundo, siempre era Navidad. Todo estaba decorado con lucecitas y tenía un
gran árbol en el jardín, coronado con una estrella y adornado con bolas de
colores. Bajo sus ramas, había además una figura de un Papá Noel sentado en un
trineo a rebosar de regalos.
Sin
embargo, yo nunca salía de casa, obligada a mirar al mundo exterior a través de
un simple cristal, viendo cómo discurría la vida de la niña que estaba al otro
lado.
Curiosamente,
cada vez que ella me visitaba, nevaba en el mío.
Solía
mirar mi pequeño mundo con adoración, bizqueando sus preciosos ojos verduscos
moteados con vetas grises y azules y marrones, como si los irises no se
pusieran de acuerdo con el color. Y yo la miraba a ella, parapetada al otro
lado del cristal, sintiendo que me ahogaba.
Un
día, ella vino llorando, dispuesta a refugiarse en mi mundo. Estaba temblorosa
y tenía la mirada nublada.
Curiosamente,
en su mundo también era Navidad y nevaba.
Yo
ya sabía lo que sucedía: su madre, Estela, había estado enferma de cáncer de
mama antes de tenerla a ella, hasta el punto de realizarse una mastectomía del
pecho izquierdo. Ahora, desgraciadamente, el cáncer se le había reproducido en
el pecho sano.
La
niña, entre llantos, repetía una y otra vez lo que tanto me alimentaba, y lloraba
y lloraba y lloraba, con tal mala fortuna, que por culpa de las lágrimas que
mojaban sus dedos mi mundo se le resbaló de entre las manos.
La
bola de cristal estalló en mil pedazos contra el suelo. El agua que hacía volar
los copos de nieve cuando la agitabas quedó esparcida en un charco, moteada de
blanco. El árbol de navidad se partió por la mitad y el Papá Noel perdió la
mitad de sus regalos. Mi casa quedó irreconocible.
La
niña gritó aterrorizada y se arrodilló, intentando juntar los pedazos de su más
preciada reliquia. ¡Se la habían regalado sus padres tres años atrás! Entonces,
se dio cuenta de que el interior de la cerámica del árbol estaba hueco y
albergaba una nota:
Yo soy tu deseo más preciado de Navidad.
Como
si en el fondo de su alma supiera lo que tenía que hacer, lo dijo por enésima y
última vez, y yo me elevé, brillando cual la más luminosa de las estrellas,
busqué a su madre y me alojé en su pecho.
En
efecto, yo era el deseo de esa niña que amaba a su madre, y mi libertad no
empezó en el momento en el que se rompió la bola, sino cuando me instalé en el
corazón de Estela para que siguiera latiendo.
Lo primero es lo primero...
En esta ocasión he querido compartir con vosotros un microrrelato un poquito diferente. Quizás os estéis preguntando, ¿dónde está ese Érase una vez... con el que Dafne empieza siempre esta sección?
La respuesta es muy simple: "Vida" no fue escrito para el blog, sino para la revista de literatura juvenil en la que colaboro, La Avenida de los Libros, cuyo último número podéis leer aquí.
Sin embargo, al componer este microrrelato, quise que tuviera relación con Vive y deja morir, y es por eso por lo que he decidido colgarlo; en efecto, el 25 de diciembre. ¿No creéis que es la fecha perfecta? *-*
Espero que os haya gustado y que, sobre todo, tengáis unas fiestas maravillosas.
Lo primero es lo primero...
¡Feliz Navidad!
En esta ocasión he querido compartir con vosotros un microrrelato un poquito diferente. Quizás os estéis preguntando, ¿dónde está ese Érase una vez... con el que Dafne empieza siempre esta sección?
La respuesta es muy simple: "Vida" no fue escrito para el blog, sino para la revista de literatura juvenil en la que colaboro, La Avenida de los Libros, cuyo último número podéis leer aquí.
Sin embargo, al componer este microrrelato, quise que tuviera relación con Vive y deja morir, y es por eso por lo que he decidido colgarlo; en efecto, el 25 de diciembre. ¿No creéis que es la fecha perfecta? *-*
Espero que os haya gustado y que, sobre todo, tengáis unas fiestas maravillosas.
Mira, he picado el libro azul suavecito y he aparecido aquí. Tocamos muchos palos y escribimos en lo que más nos gusta o más cómodo estamos. o tengo mi blog de cuentos, bueno de no cuentos :-).
ResponderEliminarTu relato me deja esa esencia de suspiro que se envuelve en ternura y en un halo de tristeza pero, al tiempo, de esperanza. Esta no la hemos de perder jamás.
Un beso muy gordo.
Oh, Mag, acabo de leer tu comentario ahora haciendo revisión de las entradas antiguas.
EliminarMe alegro de que llegases hasta aquí y que te gustase mi relato.
¡Un besazo enorme!
Precioso relato, emotivo y me ha hecho suspirar. Qué más se puede decir? lo que conmueve es porque llega muy dentro. Feliz Navidad 2015! ;)
ResponderEliminarDulces besos como copos de nieve.
Suspiros llenos de vida ;)
EliminarAsí, Estela, Óscar y su pequeña viven felices en estos relatos...
Dulces besos