El
fuego lamía con ávidos lengüetazos los libros, en busca de sangre de tinta y
carne de papel. Las llamaradas se elevaban metros y metros sobre las cabezas de
los reunidos en aquella plaza, que gritaban de júbilo mientras arrojaban
aquellas infames novelas y las veían arder. Todos gritaban y celebraban
alrededor de la hoguera… excepto una enjuta figura.
Un
hombre mayor, con el rostro surcado de arrugas, la piel sudorosa y manchada por
rastros de ceniza, miraba con ojos horrorizados la ominosa escena, abrazándose
a sí mismo bajo la gabardina.
No
era la primera vez que ese hombre lo había vivido; entonces era tan solo un
niño. Sin embargo, recordaba a la perfección los uniformes de los soldados, los
brazos alzados y las banderas. En aquel momento los libros prohibidos eran muy
distintos, y se quemaban la cultura, la democracia y la libertad. Con su tierna
edad no recordaba a qué se debía aquel alboroto. Luego lo comprendió, y luchó
contra ello.
Noventa
años después se repetía la escena, pero quemándose todo lo contrario: la
homofobia, la xenofobia, las novelas escritas por los dictadores y las personas
más horribles que habían pisado la faz de la Tierra. Y él lloraba, mientras el
resto los veía arder con una sonrisa.
¿Por
qué?
El
hombre lloraba porque el acto de quemar libros en sí es horrible. También
lloraba porque si se quemaban las ideas de aquellas monstruosas personas, ¿qué
evitaría que la humanidad volviera a cometer las mismas atrocidades o incluso
peores? Creía firmemente que como fuente de cultura todo debería ser
preservado, lo horrible y lo maravilloso sin distinción, y que lo que debía
marcar la diferencia eran la educación en las personas y la ética. Lloraba,
¡por supuesto que lloraba! Porque sabía que bien podían consumirse todos de
ejemplares del mundo, entre mucho jiji jaja, borrando las letras para siempre, pero
que, sin embargo, el fuego sería incapaz de consumir el odio que se encuentra
en los corazones de los hombres.
El
hombre lloraba por todo eso, y también porque no veía que nadie más estuviera
llorando.
Lo
primero es lo primero...
¡FELIZ DÍA DEL LIBRO!
¿Os
acordáis de aquella entrada de Día del libro? Pues esta vez he decidido
celebrar este día tan maravilloso con un microrrelato que presenté en el Número
7 de La Avenida, ¡Especial Mes del Libro! y que podéis disfrutar aquí. Hay entrevistas, reseñas sobre
clásicos, sobre obras de teatro, o poesía, y mucha mucha literatura juvenil. Al
redactar el Descubriendo a... los hombres lobo, se me ocurrió que quizás podría
recopilar todos los dibujos sobre el tema, al igual que hice con los dragones.
¡Pero bueno! Ya se verá ;)
Espero que disfrutéis de la celebración y que leáis muuuchos libros.
Hasta pronto.
El acto de quemar libros siempre ha sido una demostración de ignorancia más que una acción que borre o queme las ideas. Las ideas nunca podrán quemarse porque viven en las mentes. Por cierto de dibujos, nunca dibujaste Vampiros?
ResponderEliminarDulces besos de trasnoche ^,,^
Así es, Dulce. Y sí, alguna vez he dibujado Vampiros, a ver si subo alguno...
EliminarDulces besos de tarde :3