Relato juevero: el lenguaje de las flores

LAVANDA 

Desde que tengo uso de la memoria, el olor de la lavanda siempre lo asocio a ti.

Recuerdo cuando era más pequeña y paseábamos por el parque, la primera vez que me señalaste los matorrales de lavanda, y al principio no entendí a qué te referías porque mi cerebro procesó "la banda". Ay, el castellano... Me acuerdo que te acercaste y arrancaste unas espigas, me las diste, me indicaste que las frotase entre las manos y que luego me las acercase a la nariz. ¡Me imagino la cara que puse al darme cuenta de que olía igual que tú!

Cuando vamos a vuestra casa a visitaros todos los domingos, el jabón huele a lavanda. Cuando te abrazo, son indistinguibles las gotitas de colonia que han impregnado el cuello de tu camisa. Tus ojos son de color verdegrisáceo, como las hojas de estas plantas, vivaces y plácidos al mismo tiempo.

¿Acaso no tiene sentido que, conforme han pasado los años, la lavanda se haya convertido en uno de mis olores favoritos?

Ya sabes que no suelo usar ni desodorantes ni perfumes por las alergias. Sin embargo, tengo un frasco de lavanda en la cabecera de mi cama, que abro de vez en cuando y dejo que me envuelva.

Creo que no me he dado cuenta de lo importante que es esta planta para mí, para nosotros, hasta que no me he puesto a escribir este texto...

Lo que la lavanda representa para mí, es uno de los amores más puros que existen en el mundo.

Te quiero abuelo.

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