Hoy
hacía un poco de fresco por la mañana ,y treinta y cuatro personas nos hemos
despertado nerviosas por dos exámenes que significaban el principio y el fin de
nuestra jornada escolar.
Sin
embargo, en cuanto hemos dejado atrás las rejas del instituto, el nudo de los
nervios ha desaparecido de nuestros estómagos y lo único que podíamos pensar
era…
¡Halloween!
Estoy
segura de que ya habéis oído un millón de veces los orígenes de esta
celebración, así que hoy hablaré de un tema que está relacionado con este, un
tema del que, en mi opinión, pocas veces se habla, pero primero os pondré en
antecedentes de cómo se me ocurrió la idea:
El
otro día, en clase (¿qué queréis que le haga?, soy estudiante, y las ideas se me ocurren mientras estudio), estuvimos viendo la filosofía de Epicuro, un hombre griego,
culto, perteneciente al periodo helenístico, que sostenía que el placer es el
principio y el fin de la vida feliz, mientras que lo malo es aquello que nos
produce dolor.
En
la explicación apareció una palabra: Tetrapharmakos.
Sí,
tetrafármacos,… “cuatro remedios”, una palabra que el propio Epicuro utilizó
para definir el cómo combatir cuatro miedos que, según él, nos alejan de la
felicidad: el miedo a Dios, a la Muerte, a los Males de la vida y el miedo al
Destino.
Yo
no estoy aquí para hablaros de cuál es la clave para conseguir la felicidad.
¿Cómo podría hacerlo, si ni yo misma la sé? Yo estoy aquí, para hablaros de un
tema mucho más presente en nuestras vidas: EL MIEDO.
Miedo.
Una palabra que con solo pronunciarla nos evoca nuestros propios temores y que
da nombre a una emoción. Cuando lo sientes, tienes un sabor amargo en la boca,
el corazón te late deprisa, te recorren escalofríos por la espalda y el cuerpo
se te queda helado.
Decidme
si podéis, ¿quién no ha sufrido alguna vez alguna clase de miedo?
Tú,
por ejemplo… Seguro que de pequeño tuviste miedo a la oscuridad, o a los
monstruos que había debajo de tu cama. Tranquilo, yo también los tuve. O quizás
te dan miedo las alturas… o las arañas.
¿Pero
por qué sentimos miedo? ¿Qué sentido tiene pasar un mal rato y por qué eso nos
impide ser felices en la mayoría de los casos? Y digo “en la mayoría de los
casos” porque a todos nos ha gustado ver una película de terror, o montarnos en
una montaña rusa o jugar un videojuego de miedo; a mí, personalmente, me
encantan las historias de terror. Claro que, pensándolo mejor... ¿eso es
verdadero miedo? Es posible que accedamos a hacer todas estas cosas simplemente
por el hecho de que sabemos que no nos van a hacer ningún daño, que es un miedo
ficticio, que por mucho que te pongas en la piel del personaje es a él a quién
le pasa la acción y no a ti.
¿Y
qué pasa cuando es un miedo justificado? Mi gran temor es que le pase algo malo
a mi familia, más concretamente a mi hermana pequeña,… y no me refiero a la
muerte. No, a mí no me da miedo la muerte, aunque no sepa que hay después de
esta. Sin embargo, tengo terror absoluto a quedarme ciega, pero no por la
oscuridad, sino porque me encanta escribir, dibujar, leer, ver películas… y si
no pudiera hacerlo, no sería yo. Tampoco me gustan los payasos diabólicos ni
las muñecas de porcelana, esas que dan tanto yuyu. ¿Que por qué? La verdad, no
tengo ni idea, simplemente sé que es así, lo cual hace que proponga otra
pregunta: ¿todos los miedos están justificados?
Al
fin y al cabo, somos humanos.
Normalmente
tememos aquello que desconocemos. Sin embargo, cada uno tenemos nuestros
propios fantasmas, y en algún momento nos enfrentamos a ellos y llega la hora
de superarlos y de plantarle cara a otros miedos.