Capítulo 3
La traición del
cisne negro
—Pero
dime, ¿qué tal en la firma de libros, Cris?
La
mirada de Mayrah era como una jaula para pájaros, podías entrar en ella pero no
salir, al menos no hasta que le dijeras lo que quería oír, y por eso traté de
evitarla.
—Te
he dicho que bien, pesada…
Deslicé
los dedos por las filas y filas de elepés antiguos que llenaban las
estanterías, mezclados con álbumes actuales y CDs.
—No.
Tú eres la pesada —me contradijo—,
que no sueltas ni un minúsculo detalle y me obligas a sacarte la información
con cucharón… Señor, si va a comprar eso, páguelo de una vez y deje de leer;
esto es una tienda de música, no una biblioteca.
Me
giré para ver a quién estaba espantando esta vez, y me sorprendió que el señor
al que se dirigía cerrase la biografía de Billy Joel con mala cara, se
dirigiera al mostrador y pusiera sobre la mesa el dinero correspondiente; la
escena finalizó con un portazo y con Mayrah gritándole: «¡¿Entonces no quiere
que se lo envuelva para regalo, señor?! ¡Tenemos papel con estampados muy rockeros!».
Me
reí sin poder evitarlo. Mayrah es, junto con Eithan, una de mis mejor amigas desde
que me mudé a Australia… Bueno, vale… No se convirtió en mi mejor amiga justo en el instante en el que nos
conocimos, tal y como me pasó con Eithan, y al principio no nos llevábamos
demasiado bien.
El
caso es que por las venas de Mayrah corre la sangre de los verdaderos nativos
australianos, no como la mayoría de nuestros compañeros de clase, que son
descendientes de los colonos ingleses que conquistaron este pedazo de mundo que
les faltaba, pero a ellos ya había aprendido a aguantarlos cuando, según dijo
ella en ese momento, llegué yo, una niña con aires de “una raza aria superior”.
Primer
fallo: creyó que era alemana, no española.
De
todas formas, su opinión no cambió mucho cuando le dije mi procedencia, aunque
intentó ocultar lo mejor que pudo la vergüenza. Y no se disculpó, no,
simplemente me ignoró, como si en realidad no hubiera llegado nunca. Ah, pues
bien, yo también sabía jugar a ese juego…
Conocí
a Burilda, que se convirtió en una gran amiga, me hice inseparable de Eithan, y
Mayrah y yo seguimos ignorándonos mutuamente hasta que en quinto curso —Mayrah repitió
el anterior debido a un problema de dislexia—, nos obligaron a hacer juntas un
trabajo de música.
El
primer día fue como una bomba atómica, Mayrah cometió su segundo fallo
(tacharme de analfabeta musical) y no conseguimos hacer nada. Al día siguiente,
considerando el actuar con un poco más de profesionalidad si no queríamos que
nos suspendieran, nos propusimos hablar, y nos sorprendió que conociésemos los
mismos grupos y que escuchásemos las mismas canciones, ¡esas que ahora casi ni
se escuchan y que ya casi nadie reconoce! Así que poquito a poco, después de
que la amistad sembrase su semilla, —¡ya era hora de que lo hiciera!—, una
bonita flor españolaustraliana
floreció.
—Cris,
no sé en qué estarás pensando ahora, pero espero que sea una elaborada
respuesta a la pregunta que te he hecho hace cinco minutos.
Traté
de evitar de nuevo esa mirada enjauladora, fijando mi atención en la portada
del álbum al que habían ido a parar mis dedos.
—¡Ah!
¡NO, NO, NO! —Gritó, inclinándose hacia delante en el mostrador y asustando a
los pocos clientes que quedaban en la tienda—. ¡Ni se te ocurra evadirte! ¡Deja
ese elepé de Elton John en su lugar y respóndeme! No, usted no, por Dios… ¡Le
hablo a ella!
Me
volví a mirar de nuevo, aguantando las ganas de reírme, y pensando en el bien
de los clientes decidí hacerle caso y acercarme a ella; al menos tendríamos el
mostrador entre nosotras si se le ocurría saltar a mi yugular.
—Como
sigas así, May, el jefe te despedirá —la amenacé con una sonrisa.
Mayrah
se retiró el pelo negro de la cara y se encogió de hombros con indiferencia.
—Es
mi padre, no puede despedirme.
—Justo
por ser tu padre es el más indicado para despedirte.
—¡Bueno,
vale, fierecilla! No estés tan a la defensiva, que solo te hice una pregunta… Pero
por favor, dime qué ha pasado esta mañana, no puedo soportarlo más… —Me
suplicó, como agonizando.
Antes
de contar nada me fijé en la superficie del mostrador, que estaba tan impoluta
que reflejaba su rostro. Cómo no, del mío no había ni rastro.
Prudentemente,
antes de que cualquier observador se fijase en ese detalle, me alejé lo
suficiente de esa superficie para no levantar sospechas y me dispuse a relatar
lo sucedido con pelos y señales, tal y como me pedía.
Mayrah
escuchó atentamente todas mis palabras, sin interrumpirme, aunque tuve que
detenerme un par de veces sí o sí porque los clientes exigían que se les
cobrase cuando llegaban a la caja y no media hora después.
—Así
que E está intentando comportarse
como un cabeza hueca arrogante —Mayrah, que había apuntado en una libreta las
partes de la historia que cuando terminara debíamos retomar, comenzó a
repasarlos—. Ha perdido la noción de tus dibujos. Intenta arreglarlo adulando
tu forma de escribir. Sigue comportándose como un hermano mayor ultraprotector
pero, según tú, tiene gestos de coqueteo (que por ahora marcaré como
“imaginaciones de Crystal”, con y griega tal y como tú prefieres). También
evita hablar de la pu…
—¡Mayrah!
—¡He
puesto puñetera, tranquila! Tengo muy
en cuenta que todo lo que se escribe, se lee, aunque todos sepamos cuál es el
verdadero apelativo de su novia…
Le
agradecí con una sonrisa su apoyo incondicional y luego la insté a que siguiera
leyendo.
—Respetuoso
con tus padres. Cariñoso con Noa. No le gusta la nueva canción que han publicado
de Michael Jackson; en su opinión es un plagio y una aberración de la canción
original de América…
—¿En
serio has apuntado eso?
—Sí
—me mostró la libreta—. No me puedo olvidar de buscar esa canción si dice que
es tan mala. Necesito renovar las críticas de mi blog musical —me guiñó un
ojo—. “A place with no name” has
dicho que se llamaba, ¿verdad? ¿Y tú qué opinas? —Cómo se notaba que quería ser
periodista.
—Yo,
personalmente, prefiero mil veces el “A
horse with no name” de América,
pero no por eso me va a dejar de gustar Michael Jackson… Y a mi hermana menos,
por si me lo ibas a preguntar.
—Okay,
sigamos… Lo último que he apuntado es que se ha marchado corriendo en cuanto a
terminado el evento porque se había olvidado de que había quedado para comer
con la pu…ñetera hace —miró su reloj de muñeca—: dos horas, y seguramente le ha
metido la lengua hasta el fondo de su garganta para compensarle su escapada
contigo (de la que ha sido testigo medio pueblo, por supuesto)… Eso me recuerda
que ha llegado mi descanso… ¡Hora de comer, Cris!
En
menos de quince minutos, Mayrah había echado a todos los clientes de The Cavern
—el nombre se lo
puso su padre hace cincuenta años en honor al primer local en el que actuaron
los Beatles en Liverpool—, había puesto
el letrero de
—May,
¿de verdad era necesario que dijeras lo de la lengua? —Me quejé, con el runrún
de sus palabras en la cabeza.
Mayrah
se encogió de hombros.
—Hace
meses que deberías haberte hecho la idea de lo que hacen esos dos cuando se
encuentran. ¡Y aún deberías sentirte afortunada de que él siga viéndote! Porque
con lo puñetera que es Burilda… ¡No deberíamos haber jugado a Prueba o Verdad
ese día! —Se lamentó, dándole otro bocado a su sándwich—. Si no hubiera
escuchado lo que escuchó, esto no habría pasado…
—¡Juguemos
a Prueba o Verdad, chicas! —propuso Mayrah, aplaudiendo en silencio para no
despertar a sus padres, que la habían dejado celebrar su decimosexto cumpleaños
con una fiesta de pijamas con la única condición de que fuésemos Burilda y yo
las únicas invitadas.
Burilda
y yo asentimos rápidamente, apoyando su idea.
Era
justamente el día de cumpleaños de May, 30 de noviembre, a punto de terminar el
curso, por lo que el verano se olía a la vuelta de la esquina. Las tres estábamos
tumbadas en tres colchones dispuestos en el centro del salón, eran las dos de
la madrugada y no teníamos ni una pizca de sueño.
—Pero
no vale elegir siempre Verdad —añadió, apuntándonos con la linterna como si
fuera una pistola—, así que haremos una vez Verdad y a la siguiente Prueba,
¿vale?
Volvimos
a estar todas de acuerdo, así que en seguida empezamos a jugar.
Nos
situamos las tres juntas en uno de los colchones, sentadas en un círculo, y lo
primero que hicimos fue jurar que no diríamos ni una palabra de lo que
sucediera esa noche.
—Venga, la
cumpleañera primero —dijo Burilda,
que era la más lanzada de todas—.
¿Qué eliges: Prueba o Verdad?
Mayrah
se arriesgó.
—Prueba.
—Hummm… ¿Qué
Prueba le ponemos, Cris?
Me
quedé pensativa; nunca me ha importado jugar a este tipo de juegos, los
encuentro realmente emocionantes, pero no se me da tan bien hacer las preguntas
y las pruebas, y eso que imaginación no me suele fallar.
—¡Ya lo tengo! —exclamó Burilda
con un brillo malicioso en los ojos—. Mándale un mensaje a Will diciéndole
que estás desnuda, en la cama, y que no puedes dejar de pensar en él.
Will
era el novio de Mayrah, de sangre pura australiana, tal y como le exigían sus
padres a la hora de emparejarse.
—¿Solo eso? —Mayrah alcanzó
el móvil y se dispuso a escribir el mensaje, como si no fuese una prueba que le
afectase demasiado. Antes de mandarlo nos lo enseñó, para asegurarnos de que
había escrito lo que la prueba exigía, pero atisbé una pizca de duda cuando le
dio al botón de “Enviar”. De todas formas no se rajó y, una vez hecho, se
volvió hacia mí y dijo:
—Te toca, Cris,…
¿Prueba o Verdad?
—Verdad —yo siempre sobre
seguro, aunque luego era inevitable que me tocase Prueba.
—Okay. ¿Alguna
vez has visto a un chico desnudo?
Me
ruboricé, pero al menos la oscuridad de la habitación ocultó un poco el color
de mis mejillas. ¡Qué rápida había sido con la pregunta!
—¿A un chico de
nuestra edad? —pregunté, para
asegurarme.
—Sí. Quiero
decir,… No vale un niño pequeño, sino alguien que ya está medianamente hecho, o
hecho entero, claro —me dirigió una
mirada de picardía.
—Pues… sí.
—¡Ooooh! ¿Es
Eithan? —Cuando Mayrah se
sorprendía parecía una especie de gato. Pensándolo mejor, un cachorro de
pantera, por su rostro ovalado y moreno y su corte de pelo al estilo punk,
junto con unos ojos negros que te robaban la respiración.
—Aaaaahhhhh —alcé las manos—, esa es otra
pregunta… Tu turno, Burilda.
—Yo elijo Prueba;
no voy a ser menos que la cumpleañera, claro.
Justo
en ese momento le llegó la respuesta de Will a Mayrah, que tuvo que silenciar
rápidamente el móvil. Tras esperar con el corazón latiéndonos con fuerza unos
minutos interminables hasta que nos aseguramos de que la familia de mi amiga no
se había despertado con el ruido, leímos el mensaje.
—¡Dice que a él
le pasa lo mismo y me pregunta si puede venir!
Tuvimos
que taparnos con las almohadas para ahogar nuestras risas.
—Dile que ni
hablar, que hoy no es el día de perder la virginidad —le recitó
rápidamente Burilda—, que estás
conmigo y con Cris y que de momento nos las arreglamos muy bien solas… Venga,
pon eso, a ver qué contesta… ¡Y sigamos jugando!
Me
reí por su idea, aunque yo era más partidaria de decirle que en realidad el WhatsApp
había sido una prueba del famoso juego.
—¡Enviado! —Exclamó Mayrah,
después de teclear rápidamente con su Smartphone—. Ale, te teníamos que poner una prueba
Burilda…
Después
de que Burilda tuviera que beber un vasito de vinagre, que Mayrah respondiese
que se había dado su primer beso a los diez años con su primo, que yo tuviera
que hacer el pino durante dos minutos, que Burilda admitiese que por el momento
ningún novio le había durado más de dos meses y que Mayrah le enviase a Will
una foto insinuante después de intercambiar varios mensajes, me tocó la
pregunta del millón:
—¿Cuál
es tu secreto mejor guardado?
Me
quedé paralizada. ¿Qué debía decirles? «Chicas, hace dos meses que mi reflejo
empieza a desaparecer. Aún no lo ha hecho del todo, pero de momento no tengo ni
mano ni pie izquierdos, y la bruma se extiende poco a poco por mi brazo y mi
pierna. Yo no noto nada, solo me doy cuenta de lo que sucede cuando me miro a
un espejo, cosa que hago cada vez menos a menudo…» ¡Seguro que me tomarían por
un bicho raro!
—Estoy
enamorada de Eithan.
Las
palabras salieron de mi boca antes de que me diera cuenta.
Mayrah
empezó a dar palmas de alegría y a abrazarme con fuerza, mientras ideaba una y
mil maneras para que acabásemos juntos mi amigo rubio y yo. Burilda se quedó
callada, con una sonrisa helada en la cara que no le subió a los ojos. Ni
Mayrah ni yo sospechamos nada raro,…
Hasta
que a la mañana siguiente, todo cambió.
—¡Qué
cabrita que fue! —Exclamó Mayrah, mientras recordábamos aquella noche—. Aún
tengo en la cabeza la escena de: “May… Cris… Eithan y yo estamos saliendo”.
¡¿Cómo alguien puede ser tan puñetero y robarle el novio a su mejor amiga en
menos de veinticuatro horas?! ¡Cabrita!
Tuve
que calmarla para que dejase de lanzar improperios a voz de grito.
—Déjala.
Debimos sospechar cuando nos enteramos de que su nombre significaba “Cisne
negro”... Además, cualquier día de estos Eithan se dará cuenta de la bruja que
tiene al lado.
—¿Y
si se lo hicieras ver tú de una forma… sutil?
Me
miró a los ojos, cómplice, y en seguida rechacé la idea.
—¡No,
no, no, no, no! —solté mi sándwich, que rebotó contra un plato de plástico—.
Quedamos en que no nos inmiscuiríamos, en que no le diríamos nada a Eithan…
—¡Pero
Cris! ¿No te das cuenta de que ya ha pasado casi un año? ¡Eithan está más ciego
que un ciego! Ya es hora de que sepa la verdad.
—Entonces
yo… tendría que decirle…
—Sí.
Díselo —me animó, cogiéndome de las
manos—. Seguro que si se entera, cambiará de opinión, romperá con Burilda e irá
contigo.
—¿Y
si no es así?
Tenía
un nudo en la garganta, tan prieto que no podía tragar; se me habían ido
completamente las ganas de comer.
—Lo
será —Mayrah me sonrió con dulzura—. Mira, he oído que esta tarde va a haber
muy buenas olas en la playa cerca de tu casa, así que quedad. Yo me encargo de
Burilda y de cualquier cosa que se pueda interponer entre vosotros. ¡Si hace
falta le borraré del móvil a Eithan todas las citas con la agencia de modelos
que tenga esta tarde!, pero te aseguro que acudirá. Pasad la tarde juntos,… y
cuando la playa se haya vaciado, hablad. Los mejores besos son al crepúsculo,
ya te lo digo yo.
Me
guiñó un ojo y me sentí más insegura y asustada que nunca.
—Eso
sí,… Después llámame para contármelo todo —añadió—. O si no, ya te llamaré yo,
teniendo en cuenta que tú casi nunca lo haces.
Solté
una risita nerviosa.
—¿Y
cómo harás para borrarle las citas del móvil, ehh? —Desvié un poco el tema.
Mayrah
hizo el gesto de coger un móvil invisible con la mano, mirando exageradamente
hacia otro lado como si estuviera disimulando, e hizo ademán de metérselo en el
bolsillo.
Conversación de May con Will (traducida al castellano para su posible entendimiento):
¡Hola! Qué genial que es Mayrah, me ha encantado lo lanzada qué es ¡sorpresa de que pueda conservar su empleo con ese caracter! XD Me ha encantado el capítulo <3
ResponderEliminar¡Un abrazo!
Uoooooo, me encanta que te encante *guiño muy grande* Mayrah es adorable... ¡y lo que aún te queda por descubrir!
EliminarComo siempre, gracias por comentar, Roxy
¡Un besazo! ❤
Se va poniendo super interesante :)
ResponderEliminarMe encanta.
Poco a poco lo iré leyendo todo.
Muchos besos.
Mamma mia! A este paso te lees los 17 capítulos que llevo publicados de tirón jajaja
EliminarMe alegro de que te llame la atención ;)
¡Besos!
Pues foto sí, ya tardan ;) Un entretenido capítulo, con juego incluido y referencias musicales. Mañana es el cumple de Mayrah, ya andará por los 24, bonita edad. El detalle de las capturas de mensajes, todo un acierto.
ResponderEliminarDulces besos juguetones 💜
Me alegro de que te haya gustado el capítulo, Dulce :3 "Prueba o Verdad" da mucho juego jajaja
EliminarDe hecho, Mayrah ya tiene 25 años, pues es del 97.
Dulces besos juguetones 💜
Sí, es que olvidé de que era el recuerdo de un año antes. Cuando me di cuenta, ya había comentado :)
EliminarOtro dulce beso juguetón 💜
Incluso en los relatos me gusta perderme en el tiempo ;)
EliminarMás besos dulces, Caballero