TRADUCTOR

EL CHINO, LA BALLENA Y LA COLIFLOR




Estaban de celebración en la Isla de los Sueños.
Alice y Verónica se habían reunido con una bruja que hacía mucho que no veían y habían estado todo el día de fiesta, embrujando a los Sauces Llorones para que dejasen de llorar, charlando con las flores parlanchinas del jardín submarino y regando las hileras e hileras de manzanos que crecían en la esquina sureste de la isla.
Dicha bruja era casi tan vieja como ellas, y también podía adquirir su misma naturaleza. Sin embargo, en ese momento mantenía su forma humana. Era una mujer esbelta, de piel oscura. Aparentaba unos treinta años de edad humanos. Tenía los labios grandes y del color de la tierra, los ojos marrones y chispeantes, el cabello largo y negro convertido en una cortina de trenzas que se derramaban en cascada sobre su espalda.
La mayor parte del tiempo vestía con un vestido canela del siglo XVIII, que mostraba un descabellado escote, y no se lo había cambiado ni siquiera a la hora de acostarse.
—Alice… ¿de dónde has sacado esa cama?
Una tercera cama ocupaba el cuarto en el que habitualmente dormían Alice y Verónica.
Alice se encogió de hombros, dirigiéndose a su desconfiada hermana.
—La encontré flotando en la costa y decidí que sería perfecta para que Treba pasase hoy la noche.
Treba estaba sentada en el colchón aún húmedo, con las piernas extendidas, una cruzada sobre la otra, y la espalda apoyada en el cabecero. Del mueble solo quedaban tres postes y medio que originalmente debían soportar un dosel, y toda él era de madera. La verdad es que era eso lo que más le gustaba de ella: la madera, que parecía haber revivido en el poco tiempo que llevaba en la morada de las brujas.
—Es una bonita coincidencia que te la hayas encontrado justo antes de mi llegada —opinó, sin mirar a ninguna de las niñas. Pasaba sus delgadas manos acabadas en afiladas uñas por su superficie, como si en cualquier momento pudiera mimetizarse con ella.
—Ya sabes que la Isla entiende mucho más de lo que nos gustaría que entendiera —Alice dio varios saltitos hasta sentarse en su propia cama. Las dos anfitrionas, al contrario que su invitada, habían cambiado su ropa por sus respectivos camisones y ya se disponían a dormir—. Ey, Vero, ¿nos cuentas un cuento para conciliar el sueño? —Alice agarró su osito de peluche de siempre y se introdujo entre las sábanas.
—No habéis cambiado nada en todos estos milenios, eehh —comentó Treba.
—Tú, por el contrario, has cambiado demasiado —apuntó Verónica, mientras dejaba el libro que estaba leyendo sobre su mesilla de noche. Treba alcanzó a leer el título: La Biblia de las Brujas.
—Era necesario —replicó, subiendo de nuevo la mirada.
—Lo nuestro también ha sido necesario —le tomó la palabra Alice, haciendo carantoñas a su oso—. Va, Vero, cuéntanos un cuentooooo.
—¿Y por qué no lo cuenta esta vez Treba?
—Porque no hay quien iguale tus cuentos improvisados, Vero. Además, yo ya no tengo apenas ni imaginación ni paciencia para hacerlo —le dedicó una amplia sonrisa—. Como has dicho, he cambiado demasiado.
Vero suspiró. De todas las brujas del mundo ella debía ser la más responsable y seria. La menos loca, al menos. Pero también era de las más permisivas, sobre todo cuando trataba con su dulce hermana milenaria.
—De acuerdo… Este será un cuento cortito, que mañana tenemos que madrugar.
Mañana tenían previsto tocar el violín para que el sol amaneciera sonriente e irse a nadar a un lago prehistórico.
—¡Entonces invéntatelo rápido, Vero!
—¡No sé me ocurre de qué tema hacerlo!
Treba, tan ingeniosa como siempre, propuso:
—Podríamos decir una idea cada una y entonces tú montas la historia.
Vero se quedó pensativa.
—Mmmmm… Parece una buena idea.
—Claro que lo es. Es mía.
—Menos humos, niña —la reprendió Alice, frunciendo el ceño ante su arrogancia.
—Bueno, ¡pues empezad a decir! —exclamó Verónica, impaciente por echarse a dormir de una vez por todas.
—¡Yo elijo la palabra coliflor! —Alice aplaudió mientras acercaba la cabeza de su osito a su oído, como si éste le estuviera susurrando algo—. Y mi osito elige… que el protagonista sea un chino.
—Yo quiero que haya una ballena, ya que eso me recuerda a…
—Sí, ya sabemos a qué te recuerda, Treba —la interrumpió Alice, ¡cómo no!—. Yo estaba ahí.
Verónica intervino antes de que recordasen nada más de lo sucedido. ¡Había pasado tanto tiempo desde entonces! Y habían sucedido tantas cosas…
—Tranquilizaos, chicas, a ver… Me habéis dicho que tenía que hacer un cuento con un chino, un brócoli…
—¿El brócoli quién lo ha dicho? —preguntó Alice, extrañada.
—Lo has dicho tú, Alice —aseguró Verónica.
—No, yo he dicho coliflor, que es diferente. A ver si nos aclaramos —Alice se incorporó, dispuesta a impartir una clase seguramente inmemorable—: el brócoli es ese vegetal que cuando te lo comes parece que eres un gigante comiendo árboles… o una persona normal comiendo árboles chiquititos. En cambio la coliflor es como un cerebro blanco rodeado de hojas.
—Preciosa metáfora —opinó Treba, sonriendo, mientras daba vueltas a los aros que agujereaban de arriba abajo su oreja izquierda de forma inconsciente.
Gracias. —Alice le dirigió un asentimiento de cabeza, como si se sintiese orgullosa del comentario y después se volvió de nuevo a su hermana, haciendo gestos con la mano—. ¡Pues eso! Que es coliflor, no brócoli —remarcó.
Verónica suspiró.
—Entonces me habéis dicho: chino, coliflor… —Se oyó que Alice le decía algo a su osito por lo bajini, regodeándose de la mala memoria de su hermana, y Verónica se autointerrumpió para espetarle—: ¡A ver, Alice, que sí, que me he confundido, déjame en paz! Ya está todo aclarado, jolines… Las tres ideas son: chino, coliflor y ballena.
Al oír el resultado del juego Alice no pudo evitar echarse a reír, haciendo un sonido parecido a: Hum ja ja ja ja ja ja en tono ascendente, y provocando las risas de las otras dos brujas también. ¿Cómo iba su hermana a improvisar una historia con esas tres ideas?, se preguntaba. Pero Vero ya tenía cierta idea de cómo iba a desembocar la cuestión…
Cuando se tranquilizaron, la bruja morena pudo empezar su relato:
—Érase una vez un chino llamado Liflor Co, pues como ya sabéis, los nombres chinos se escriben con el apellido primero y el nombre de pila después, de modo que si fuera en occidente, su nombre se diría “Co Liflor”.
Treba y Alice se volvieron a reír, pero como siempre pasaba a esas alturas del relato, Verónica ya estaba tan metida en la historia que hilaba rápidamente en su cabeza que continuó hablando:
»Este hombre era como una especie de brujo (no tan poderoso como nosotras pero sí con ciertos poderes) y su especialidad eran las coliflores. Comía coliflores… Los ungüentos, las medicinas y los tónicos que proveía a su aldea estaban hechos a partir de las coliflores… Y vivía en una casa construida con coliflores.
»Dicha aldea se ubicaba en la costa oriental de China, pero era tan pequeña, tan pequeña que su nombre no es pertinente en nuestra historia.
»Siiiin embargoooo… En esa zona de costa también vivía una ballena, que cuando alguien se acercaba lo suficiente al agua, emergía a la superficie y lo engullía de un solo bocado. Los jefes de la aldea, temerosos de que la ballena estuviera poseída por un espíritu malvado, decidieron tomar un día cartas sobre el asunto y le pidieron a Liflor Co que preparase un remedio para ahuyentarla.
»Liflor Co preparó dicho remedio con, cómo no, coliflor, y fue a la costa.
»Al ver que una figura se aproximaba, la ballena emergió, tal lo previsto. Era enorme, con un rostro semejante a la proa de un buque y los ojos brillantes y un poco rasgados, signo de que también tenía origen oriental. Sin embargo, no parecía maldita. Parecía… Al principio Liflor Co no sabía muy bien explicar qué parecía, pero en seguida se dio cuenta de que el remedio que había preparado no le serviría, de modo que lo que se propuso nuestro protagonista fue entablar una conversación pacífica y civilizada con ella.
»—Ballena —empezó diciendo—, vengo aquí para que te marches, porque estás matando indiscriminadamente a mi aldea y nos estamos quedando sin habitantes.
»La ballena le contestó tristemente:
»—Humano, lo que hago no es por placer. Tengo tanta hambre que me veo obligada a salir a la superficie en busca de alimento, y cuando me coma tu aldea seguiré con la siguiente, y con la siguiente de la siguiente, y con la siguiente de la siguiente de la siguiente, hasta que por fin se aplaque mi apetito.
»Liflor Co se quedó pensativo. Eso era lo que parecía la ballena… ¡hambrienta!
»—Tengo una idea —exclamó al cabo de los segundos, mientras sacaba una coliflor de su bolsillo—. En mi casa guardo una reserva prácticamente inagotable de coliflores. Si así lo deseas, puedes probarla y a partir de ahora puedes comerte todas las que quieras, olvidándote así de los humanos (que como bien debes saber, son muy malos para la digestión)
»La ballena probó la coliflor que él le tendía y le gustó tanto su sabor que a partir de ese momento en vez de comer humanos, se dedicó a comer coliflores… Fin.
—¡BIEEEEEN! —aplaudió escandalosamente Alice.
—No está mal —le dio la razón Treba, sonriendo—, pero yo lo habría terminado de otra manera.
—¿Cómo lo habrías hecho?
—La ballena comió un montón de coliflores y se hinchó tanto, tanto de gases que…
—¡Explotó! —volvió a gritar Alice, tirando en el impulso al osito por los aires. El peluche rozó el agua del techo, asustando a sus insólitos habitantes.
—Iba a decir que se infló como un globo y voló fuera de la aldea y de sus habitantes —admitió Treba, pensativa— pero la idea de explotar me gusta.
Alice recibió al osito con los brazos abierto, riéndose.
—Claro que te gusta… Es mía.







¡Hey, bloggeros!
EL CHINO, LA BALLENA Y LA COLIFLOR es un cuento que le conté a mi familia en verano cuando nos fuimos de vacaciones y que, ¡cómo no!, me decidí a grabar con el móvil para poder plasmarlo en una entrada y así compartirla con vosotros.
Con él, inauguro una semana dedicada únicamente a Alice, que constará de tres entradas: ésta, luego la más especial de todas y, por último, un poemario muy especial.
Sobre el nuevo personaje que interviene en este pequeño relato… Tal y como Alice y Verónica lo hacen, Treba también pertenece a mi novela (precisamente es uno de las figuras principales) pero no he querido dar muchos detalles sobre ella para no spoilearos.
El dibujo de la ballena data del 16 de mayo del 2002, cuando tenía 4 años casi recién cumplidos.
Espero que os haya gustado y ¡ya sabéis! siempre que queráis podéis dejar vuestras opiniones en los comentarios, ideas, sugerencias… ¡Lo que se os ocurra!
Gracias por leer mis relatos :3
Os deseo a todos una feliz Semana de Alice... ¡Hasta la próxima!






6 comentarios:

  1. Un cuento creativamente disparatada. Me agrada Treba.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo que tiene ir improvisándolos sobre la marcha, jajaja
      Sí, Treba es genial ;)

      Eliminar
  2. Me encanta la efusividad de Alice y su Oso cómplice, y a Vero creo que nada se le resiste para crear cuentos. A Treba la iremos conociendo. Y que bien que guardes tus dibujos de tan pequeña, generalmente no se guardan esas cosas, yo no tengo nada de tan pequeño.

    Dulces besos de manzana, la coliflor no me gusta :(

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tener guardados todos mis dibujos se lo debo a mis padres :3
      Me alegro de que te gusten los cuentos de Alice, Vero y también Treba.
      Dulces besos de manzana, sin coliflor ;)

      Eliminar
  3. Me has dejado con la boca abierta, pero no solo eso, muy bueno este cuento donde dejas muchas imaginación. Gracias, por compartirlo aunque lo leo años después de publicado oleé esta chica guapa, por cierto eres una pequeña señorita jajajá muakiss cielo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegro de que te haya gustado el cuento, Campirela. Alice es inspiración pura ;)
      Y ya sabes que por aquí andamos Indefinidas en el Tiempo.
      ¡Gracias por leer y comentar!
      Un besazo

      Eliminar