¡Heeeey! ¿Qué tal va el comienzo de año? Yo, personalmente, no tengo ningunas ganas de continuar el curso :) sobretodo teniendo en cuenta que tengo cuatro exámenes en cuanto vuelva eso son mis regalos de Reyes por parte de los profes...
Bueno, vayamos a lo que nos concierne... Hoy os traigo uno de los tantísimos cuentos que le conté a mi hermana en verano, de esos que tengo por ahí grabados y apuntados y que tengo que subir ¡por fiiiiin, Dafne! ¡por fiiiiin!
Lo siento, se me acumula el trabajo.
Sin embargo, ayer me apetecía dibujar y me dije: "¿Por qué no eliges algo para el relato de La cazadora de moscas? Así ya podrás subirlo..." Y me puse a dibujar. Saqué unas preciosas pinturas acuarelables que me ha regalado mi madre, mi cuaderno de dibujo y ¡ale! En menos de cuarenta y cinco minutos (sin contar las distracciones) lo acabé.
Espero que os guste este nuevo relato de Alice&Verónica, y ya sabéis, si queréis opinar, o decirme qué os gusta o que os disgusta, si querríais que subiera un relato de un tema en concreto o que dibujase o retratase a alguien especial... comentarlo. ¡Los comentarios son el alimento del blog! ;)
¡Muchísimas gracias por leer!
Era de noche en la Isla de los Sueños, ese
lugar donde residía La Magia, a donde iban a parar los sueños de miles y miles
de personas de todas las partes del mundo y de todas las épocas. El cielo era
azul acero y parecía un cuchillo que había cortado la Luna por la mitad, pero
la sonrisa de ésta era lo suficientemente luminosa como para que los rayos
lunares atravesasen las aguas que consistían la morada de las mejores brujas de
todos los tiempos.
—Veroooo… ¿Estás despierta?
Vero abrió los ojos con somnolencia.
—Ahora —bostezó—… sí.
—¿Me cuentas un cuento? Es que no puedo
dormir…
Verónica se giró hacia su hermana con el ceño
fruncido. Alice, con su forma humana, estaba tumbada en su cama, al otro lado
de la habitación, y aunque habían tenido un día realmente ajetreado, no padecía
ningún rastro de cansancio —al contrario que ella, la pobre—.
—¡No me has dejado dormir ni diez minutos,
Ali! —se quejó, arrebujándose bajo las mantas.
Alice hizo un puchero mientras abrazaba a su
osito.
—¿Querías que te despertase a las dos horas o
qué?
—Simplemente no quería que me despertases…
—suspiró y se tapó la cabeza con la almohada.
Alice salió de las sábanas y colocó las
delgadas piernecillas estiradas en la pared, formando con su cuerpo un ángulo
de 90º de forma que sus tirabuzones rubios quedaron colgando de uno de los
lados de la cama.
—¡Vengaaaa! Uno cortito, porfis… —le rogó,
mirándola bocabajo.
Verónica, conociendo lo insistente que se
ponía Alice con ese tipo de cosas y anticipando que si no le contaba el maldito
cuento ninguna de las dos conseguiría dormir, acabó cediendo. Volvió a poner la
almohada bajo su cabeza y suspiró un quedo: «Está bien…»
Alice dio unas palmadas y, sin variar su
extraña postura, se quedó muy quieta, esperando a que empezase a hablar.
Verónica se tomó unos minutos para pensar.
¿Sobre qué podía ir el cuento de esa noche?
Fijó la vista en el techo acuático, viendo a
los monstruillos nadar y asomarse a la cueva de vez en cuando, y entonces su
mirada se posó en una mosca que revoloteaba cerca de su cabeza.
¿Que cómo había llegado una mosca a la cueva
submarina de dos brujas?
No era la pregunta ni la historia pertinente;
lo importante es que a Verónica se le acababa de ocurrir el cuento perfecto
para dormir a su hermana.
—Bien, el cuento de hoy se titula… «La
Cazadora de Moscas»
Vio cómo Alice ponía esos ojos color verde-grisáceo
preciosos redondos como platos (tan redondos como los ojos de su osito, que
desde la historia de «Alicii y el País de los Híbridos» y con el paso de las
noches, era cada vez más y más inquietante)
—¡Oooohh!
—¿Qué? —Se encogió de hombros Verónica—.
Acabo de ver una mosca y se me ha ocurrido la historia.
Alice soltó una risita.
—Es la mosca que he espantado antes porque me
tenía que bañar y, como verás, no quería tener espectadores.
—¡Así que tú eres la causante de que esta
pelmaza vaya a revolotear toda la noche sobre nuestros sueños! —alzó un dedo en
su dirección acusatoriamente—. Vale, vale…
—Si quieres, luego la podemos cazar —Alice le
guiñó un ojo—. Se la podemos dar de comer a los pececillos del techo.
Verónica asintió, pensativa.
—Bueno, empecemos con el cuento…
—¡En el mercado negro!
—Sí, sí,… En el mercado negro…
»Estas moscas eran muy codiciadas para los
seres a los que se los vendía Alix. Una mosca, la podía intercambiar por una
perla del tamaño de tu mano. Dos moscas, podía intercambiarlas por dos perlas
también del tamaño de tus manos, ¡y así sucesivamente!, hasta que Alix se hartó
de perlas y empezó a intercambiarlas por gambas gigantes, hasta que Alix se
hartó de gambas y empezó a intercambiarlas por cosas que le fueran más útiles
en ese momento, como frascos que guardaban el hálito de un muerto o pelos de
unicornio para utilizar como cuerdas nuevas para su violín.
»Te estarás preguntando cómo es que unas
simples moscas podían valer tanto como perlas y gambas gigantes, y por qué el
trabajo de Alix era tan importante, pues todas las personas pueden cazar
moscas… Basta con atrapar al bicho en cuestión en un vaso y luego hacer lo que
te venga en gana con él: enviarlo fuera a través de la ventana, matarlo,
domesticarlo… —«¡Agitarlo!» añadió Alice, con el rostro iluminado, provocándole
risas a su hermana, que intentó continuar sin hacer una gran
interrupción—… El problema estaba en que las moscas
de las que estamos hablando eran moscas gigantes. Musca Magna, era su nombre científico, bautizada sabiamente por
Alix, y podían llegar a alcanzar el tamaño de un gato, de esos gordos y con
cara de mala leche que se pasan el día durmiendo.
Alice dijo algo sobre que no insultase a los
gatos, mientras cambiaba de postura en la cama.
La mosca que había entrado en la cueva
submarina y había estado revoloteando sobre la cabeza de Verónica se posó en la
pared, cerca de la almohada de la bruja morena. Vero tuvo la sensación de que
el bichito en cuestión la observaba atentamente, como si estuviera escuchando
su historia. Se fijó en la forma que tenía de desenrollar una especie de trompa
para chupar lo que fuera de la pared y luego en cómo se frotaba las patas
delanteras con indolencia, de tal forma que recordó al malo de un libro frotándose
las manos después de tener una idea brillante y malvada. No le gustó esa mosca,
le daba la sensación de que quería robarle su historia… y gracias a eso se le
ocurrió otra idea.
—El caso es que de vez en cuando, estas Muscae Magnae llegan al Mundo Conocido y
se cuelan en los dormitorios de las personas en busca de sueños e ideas que
robar, por eso cuando los niños (y algún adulto) gritan: «¡Hay una mosca del
tamaño de un gato gordo en mi cuarto!» no están exagerando; hay una mosca
enorme. Sin embargo, cuando eso pasa, Alix se encarga de viajar rápidamente
hasta ese lugar y, cuando la localiza, detiene el tiempo excepto para ella y la
mosca (pues ambas son criaturas mágicas), caza la Musca Magna y pone en su lugar una mosca común para que cuando
llegue la ayuda (el padre, la madre, quién sea), ésta vea la mosca pequeña,
razón por la que se suele decir que las personas exageran cuando ven bichos
(aunque en realidad tengan razón)
»Si Alix no existiera, ¡a saber en qué
ominosa situación nos encontraríamos! Con moscas gigantes revoloteando en
nuestros cuartos y quitándonos nuestros pensamientos para llevarlos a lugares
horrendos… Por eso es tan importante su trabajo, aunque la forma de cazar a la Musca Magna es complicado, pero yo te lo
voy a explicar lo mejor que pueda.
»Lo primero que utiliza Alix es una radio, ¡como
la que usan los policías para escuchar los delitos!, solo que esta tiene una
frecuencia muy determinada: la de los gritos de los niños (y de algún adulto) cuando
gritan lo del bicho. En cuanto oye la llamada, Alix se equipa con todas sus
armas de cazadora, se monta rápidamente en el matamoscas gigante en el que
viaja y localiza el ataque. Detiene el tiempo con un reloj de arena especial que
intercambió mucho tiempo atrás con el científico Ermenegildo por unas alas de
mariposa —lo que no supo este científico hasta mucho después es que Alix se la
había jugado y las alas de mariposa estaban hechas de papel— y con el tiempo en
off empieza la verdadera batalla.
»Su primer arma es una luz preciosa que
utiliza para atraer a la mosca, que está hecha de oscuridad… ¿Y si no por qué
crees que las personas que tienen algo malo en su interior se ven atrapadas por
el lado oscuro? La oscuridad está hecha de luz, una luz tan brillante y
apetitosa que muy pocos pueden resistirse a ella; sin embargo, Alix podía, por
eso era una de las pocas que podía utilizarla sin que se volviera en su contra.
»Una vez la mosca estaba fija en la luz-oscura,
Alix destapaba un tarro de miel y lo derramaba sobre una superficie mientras
tarareaba un viejo conjuro que de alguna forma llegó a oídos de un poeta al que
le gustaba escribir fábulas y se apropió de él.
» A un panal de rica miel
—tarareaba Alix a medida que la mosca se acercaba al dulce manjar—, dos mil moscas acudieron, que por golosas
murieron presas de patas en él. Otra dentro de un pastel enterró su golosina.
Así, si bien se examina, los humanos corazones perecen en las prisiones del
vicio que los domina.
»Todas las moscas sucumbían gracias a la golosina que les ofrecía, y no
era la primera vez que Alix se preguntaba si no estarían sordas a sus palabras,
pues si poseían una mínima parte de inteligencia —cosa que muchos aseguraban—,
deberían entender el significado del conjuro y ser capaces de prever la treta,
¿no?
»Una vez la mosca quedaba atrapada en la miel, el animal parecía
percatarse de la trampa y siempre intentaba liberarse por la fuerza, agitando
las alas y alargando en dirección de su captora una especie de lengua aserrada
capaz de talar árboles. Entonces Alix aprovechaba para atizarle el golpe
definitivo con su matamoscas gigante y aturdirla. Le ataba alrededor del
“cuello” un alambre especial, y ataba el otro extremo al propio matamoscas para
arrastrarla por el aire cuando se transportase a su cueva, como un perrito con
una correa —más o menos—. En cuanto se subía al matamoscas, Alix limpiaba
cualquier estropicio que se hubiera dado, incluida la miel derramada, dejaba la
mosca pequeña en el lugar de la grande y desactivaba el reloj que paraba el
tiempo para que este volviera a correr.
»Nada más volver a su cueva con su preciada presa, Alix la encerraba en
una jaula a la espera de venderla en el mercado. Antes te he contado cuáles
eran los productos por los que Alix las intercambiaba, pero todavía no sabes
qué es lo que consiguen los compradores. Por ejemplo, los ojos caleidoscópicos
de estas, ¿tienes idea de para qué se utilizan? Pues son las bolas que se
cuelgan en las discotecas, ¿entiendes? Y las patas las utilizan… para lo que
sea que las utilicen, la verdad es que a Alix le da igual lo que se hace con
las moscas una vez a obtenido lo que quiere.
—¡Oh! ¡Qué insensible! —Exclamó Alice, abalanzándose sin previo aviso
sobre la cama de su hermana con un brazo extendido—. ¡La pillé!
Al parecer, en el extremo del brazo sostenía un vaso, de tal forma que
lo había estampado contra la pared para atrapar a la mosca.
—¡Muy bien, Alice! ¿Y ahora cómo la vas a sacar de aquí, eh?
Alice se quedó pensativa.
—¿Quién ha dicho que vaya a sacarla de aquí? Me has dado una idea,
Vero, y mañana mismo me pondré a trabajar en ella.
Vero dio varios puñetazos a su almohada para que quedase como ella
quería y se tumbó.
—Anda, enciérrala en el vaso y vete a dormir.
—Ahora voy, Vero…
Con un sencillo hechizo, Alice tapó la abertura del vaso de forma que cuando
lo separó de la pared la mosca no pudo salir. Luego, dando pequeños saltitos
volvió a su cama.
—Una cosa, Ali —Verónica se incorporó, preocupada de repente—: ¿De qué
trata esa nueva idea?
Alice dejó el vaso en su mesilla de noche y volvió a agarrar su osito.
—Nada sin importancia, de verdad… —Se encogió de hombros—. Simplemente
mutaré esta mosca hasta crear la del cuento y me dedicaré a cazar la nueva
especie.
—¿Lo dices en serio? —Se alarmó Verónica.
Su hermana soltó una carcajada.
—¡Claro que no, tonta! No soy tan
insensata. Lo que haré con la mosca es dársela de comer a los peces del
techo.
—Uffff, qué susto me habías dado…
—Por cierto, Vero —Alice se tumbó como una persona normal antes de
preguntarle—: ¿Cómo acaba el cuento?
Verónica, que ya había vuelto a cerrar los ojos, contestó
inmediatamente:
—Alix, cansada de hacer siempre el mismo trabajo, le enseñó el oficio a
un aprendiz y cuando lo vió preparado para sustituirla, se fue a vivir a una
casita de campo con su novio Tom.
Alice sonrió con satisfacción.
—Me gusta el final.
—Bueno, ya lo sabes… En realidad, no es un final.
Musca Magna 05-01-15 |
Me recuerda a Little Nemo an the slumberland, una de las primeras historietas.
ResponderEliminarUn abrazo
Hum, no lo conocía... Buscaré a ver si puedo leer alguna de esas historietas, ¡parece muy interesante!
EliminarGracias, Demi
Yo en estos días necesito una cazadora de mosquitos :) Muy creativa siempre Verónica para inventar cuentos para su hermana Alice. Y tú siempre con muy buenos dibujos.
ResponderEliminarDulces besos como la miel 💜
Gracias tanto por lo del cuento como por lo del dibujo.
EliminarDulces besos como la miel, Caballero 💜