Hoy traigo un relato ligeramente diferente. Hacía mucho que no escribía algo que no formara parte de ninguno de mis proyectos, de modo que como ya he terminado los exámenes parciales de Enero-Febrero, ¡he decido apuntarme a la iniciativa ICUE del blog Ficción Romántica!
Click en la imagen para ver de qué trata la iniciativa ICUE en su entrada original Aquí la iniciativa propuesta a mes de Febrero de 2017 |
De todas maneras en las siguientes líneas os explico resumidamente cuál es el reto: a partir de ahora cada mes se va a proponer una temática en el blog de Rocío, y en cada temática una serie de bloques para elegir. Por ejemplo la de Febrero contiene:
- Bloque 1. El mes del amor (elemento: frase “La felicidad se encuentra en las pequeñas cosas, en los gestos que suelen pasar más desapercibidos”)
- Bloque 2. El mes del desamor (elemento: canción Naúfragos de Reik)
- Bloque 3. El mes de los solteros (elemento: imagen con el texto "Carpe Diem")
- Bloque 4. Temática romántica y/o erótica (elemento: canción Crazy in love de Beyoncé)
de los cuales he elegido... *redoble de tambores, por favor*
Bloque 1. El mes del amor
Por esa razón, para escribir mi relato he tenido que inspirarme o usar el elemento de ese bloque. ¡Bueno! Supongo que ya tendréis ganas de saber cuál ha sido el resultado... ¿Preparados?
El mundo de los humanos
se reflejaba en los ojos del ángel que se hallaba tendido entre las ásperas
nubes.
Había llegado el
momento. ¡Lo notaba desde las raíces de sus cabellos hasta las puntas de sus
alas! La expectación, la emoción. Sí, sentía en su pecho una pulsación, un
instinto, una corazonada: aquel día terminaría la espera.
En una primera
instancia parecería contradictorio, pero el caso es que las criaturas
celestiales, con el paso del tiempo, acaban encontrando verdadero tedio en el
lugar del que proceden, prefiriendo mil veces más espiar a los moradores de la
Tierra, buscando entre sus nimias vidas aquello que nunca encontrarían entre
sus semejantes: tristeza, felicidad, pasión, dolor, excitación.
No, los ángeles son
demasiado perfectos como para que sus sentimientos se vean desbordados. Todo lo
controlan milimétricamente. Sin excesos. Sin fricción. Y todo lo que no sea
como ellos carece de interés… hasta que su inmortalidad pesa sobre ellos como
el plomo; entonces dejan de encontrar atractivo en la perfección de sus
compañeros, ya no les placen sus inteligentes y al mismo tiempo vacuas
conversaciones, no sienten ninguna afinidad cuando los otros ángeles les
acarician… y deciden mirar hacia abajo.
Algo así le había
sucedido meses atrás a nuestro ángel: aburrido —o aburrida, ya sabéis, el
género de los ángeles siempre ha sido considerado indefinido—, caminaba entre
las volutas de nubes, que para ellos es como pisar suelo firme, y tropezándose
con a saber qué, sus ojos se habían estampado con el mundo terrestre... Y los humanos le habían
realmente fascinado.
Le maravillaron lo
efímeras que parecían sus vidas en comparación con la suya —¡un suspiro!— pero en
su opinión mil veces más vividas que la propia. Le encantó ver cómo, aunque
aquel mundo estuviera plagado de guerras, enfermedad y pena, siempre había
alguien, aunque estuviera a miles de kilómetros de distancia, que amaba. ¡No
importaba el qué o a quién! El amor estaba tan presente como el odio, como las
dos caras de una misma moneda que giraba sin cesar, como el mismo planeta, y el
ángel también quería sentir el amor. Y el odio. Y la tristeza. Y la felicidad. Quería
saber lo que era vivir de verdad, tal y como hacían algunos humanos.
Desde entonces ocupaba
mucho tiempo meditándolo, y por fin creía que había llegado el momento.
Así que se incorporó
ligeramente y miró hacia los lados para comprobar que no había ningún otro
ángel cerca. Extendió las alas enormes que nacían directamente de sus
omóplatos, de plumas cuasi etéreas, y en un abrir y cerrar de ojos simplemente
se precipitó en picado por entre las nubes hacia ese lugar que no era la
primera vez que visitaba. Planeó y voló al terreno descampado, y nada más pisar
la tierra notó la conocida sensación de hormigueo que significaba que sus alas iban
a ser ocultadas, además de que su cuerpo metamorfoseaba hasta adquirir una
forma humana cualquiera que cada equis tiempo iba a cambiar sin que pudiera
evitarlo.
Así eran las reglas.
Andando con garbo,
llegó al lugar en el que solía guardar una ropa que se adaptase a cualquier
clase de cuerpo y se vistió rápidamente; se echó el largo cabello pelirrojo
hacia atrás y se calzó unas zapatillas de deporte que en esos momentos le
quedaban un poco grandes. Suspiró. Nada más erguirse de nuevo, achicó los ojos
marrones repletos de motitas verdes, estiró un poco los músculos y se preparó
para echar a correr. Rió de alegría cuando notó cada fibra de su cuerpo
poniéndose en movimiento, cuando los gemelos comenzaron a tirarle, cuando los
tobillos empezaron a quejarse por el esfuerzo. ¡Los ángeles nunca corrían!
Excepto ella. Bueno, no, ahora era un él.
Nada más llegar a las
afueras de la ciudad se detuvo. Permitió que sus músculos descansasen un rato,
flexionándolos y relajándolos varias veces. Se rascó un momento la nuca rapada
perlada de sudor y luego la barba que le cubría las mejillas y la barbilla.
Sonrió. Al cabo de unos minutos volvió a ponerse en movimiento, callejeando
entre las primeras casas, hasta llegar a los barrios principales que estaban
repletos de gente.
A partir de ese momento
se aseguró de andar lo suficientemente deprisa como para que ningún humano se
percatase de sus continuas metamorfosis.
Anduvo entre las tiendas,
entre los puestos de comida:
Un hombre le miró más
de una milésima de segundo… pero no; en seguida volvió a retirar la mirada.
Una niña le sonrió,
señalando sus ojos de un azul incandescente. Luego su madre se disculpó con
otra sonrisa por su descaro y tiró de su manita para que continuasen andando.
Una joven le miró
directamente el escote de la camiseta y silbó, eso sí, siguiendo su camino acto
seguido.
Otro joven le pidió
disculpas cuando ambos chocaron arrastrados por el tumulto.
Y así el ángel se fue
encontrando con unas y otras personas, sin llegar a notar aquella otra
sensación que estaba buscando y que, a medida que crecía la infructuosidad de
su búsqueda, lo frustraba cada vez más.
Hasta que lo encontró,
por supuesto.
Tenía los ojos verdes y
la piel oscura. Acababa de comprar un sándwich vegetal e iba a morder una de
sus esquinas cuando de repente sus miradas colisionaron y quedaron atrapadas la
una en la órbita de la otra.
El ángel se quedó sin
aliento.
El humano desencajó la
mandíbula aún más y el sándwich se le cayó de las manos por la impresión.
Con el corazón
latiéndole desbocado, el ángel decidió asegurarse y, dando media vuelta, se
internó en una de las callejas perpendiculares. Deseó con cada célula de su
cuerpo que lo siguiera; por favor, por favor, por favor, que por fin lo haya
encontrado, que él sea el elegido… Y así fue: el ángel ya no tenía los ojos
azules ni un escote desmesurado, sino el cabello castaño cortado como en una
cresta y el torso musculado, pero aun así el humano lo reconoció, le tocó el
hombro para que parase y entonces fue el mundo el que pareció detenerse.
El ángel se dio la
vuelta con lágrimas en los ojos.
El humano lo miraba
como si fuera un sueño, con mil y una preguntas escritas en sus ojos y calladas
en sus gruesos labios.
ÁNGEL—
¿Ves mis alas?
El humano asintió con la
cabeza, con el brazo aún extendido y los dedos prendados de su camiseta.
HUMANO—
Te veo.
Acto
II
Τέλος
ÁNGEL—
Llevo mucho tiempo pensando en venir a este mundo, Gabi.
GABRIEL—
¿Definitivamente?
ÁNGEL—
Sí.
Una noche más, ángel y
humano se encontraban enredados entre las sábanas de una inmensa cama. La luz
de la Luna traspasaba las ventanas carentes de cortinas y persianas y hacía
brillar sus pieles como bañadas en plata.
Una noche más, el ángel
había visitado al humano a su apartamento de apenas veinte metros cuadrados y
miles y miles de caballetes con cuadros y dibujos que hacía años habían sido
terminados, o que aún estaban por terminar, o que tan solo soñaban con ser
empezados.
Una noche más, ángel y
humano se habían entregado el uno al otro en cuerpo y alma para alimentar su
amor y seguir conociendo aquellos detalles en los que se encontraba la verdadera
felicidad.
GABRIEL—
Ángel… Te conozco. Al menos lo suficiente como para adivinar que me estás
ocultando alguna información para protegerme.
El ángel no dijo nada.
Se limitó a envolverlo entre sus alas y a besarlo con pasión, como si pudiera
así acallar los pensamientos de su amante. Sus labios parecían estar hechos los
unos para los otros, blandos y duros al mismo tiempo, electrizantes, ávidos de
suspiros y de juegos de lenguas.
GABRIEL—
Hum… Seguro que para venir a este mundo… tienes que pagar un precio… (Gabriel se separó levemente, rozando su boca
mientras hablaba) Tus alas, ¿verdad?
El ángel volvió a
besarlo. Gabriel lo separó con suavidad, enredando los dedos en sus cabellos
largos y negros y los ojos en sus irises ambarinos.
GABRIEL—
No puedo permitir que sacrifiques lo que eres por mí.
ÁNGEL—
Yo no soy mis alas. (Su voz fue clara,
determinante) Precisamente tú eres
mis alas. Y no sería ningún sacrificio.
Intentó besarlo de
nuevo, pero el humano se lo impidió.
GABRIEL—
¡Por supuesto que lo es!
El ángel suspiró, como
rindiéndose, y se echó hacia atrás para quedar tumbado bocarriba en el colchón.
Llevado por la inercia Gabriel quedó colocado encima de su cambiante cuerpo.
ÁNGEL—
¿No quieres estar conmigo, entonces?
GABRIEL—
¿Qué? ¡Claro que quiero! Pero no quiero que…
ÁNGEL—
Ya te digo que no es sacrificio.
Le sonrió, mientras le
abrazaba por la cintura y lo apretaba contra su cuerpo, esta vez intentando no
hacerse daño en los pechos, que le acababan de crecer varias tallas.
GABRIEL—
¿Tú cómo te sentirías si te dijera que para estar juntos tengo que cortarme los
brazos? (Silencio) ¿Ves? Entiendes lo
que siento, de modo que no me…
ÁNGEL—
Claro que entiendo lo que sientes. Pero tú no necesitas cortarte los brazos
para que estemos juntos; la única forma de conseguirlo es que yo me convierta
en un ser humano.
GABRIEL—
Es una salvajada. No quiero que sufras por nada del mundo, y menos por mí.
Ella puso los ojos en
blanco, gesto que aprendió a los pocos días de incursión en el mundo de los
humanos. Esta vez lo empujó hacia atrás para quedar encima y lo inmovilizó.
ÁNGEL—
Si no lo hago sí sufriré: te veré morir. Ese es el peor sufrimiento que me
puedes causar.
GABRIEL—
Sabes que si te conviertes en un ser humano también morirás, ¿no?
ÁNGEL—
¿Y? Moriré gustosamente tras haber vivido una larga vida humana contigo.
Bajó el tono de voz
peligrosamente a medida que también descendía el rostro hacia su cuello, que
había quedado perfectamente expuesto. Se dedicó a mordisquearlo y a propinarle
lametoncitos, sintiendo con la lengua los pinchazos de su incipiente barba y el
característico sabor de su piel. Gabriel gimió, retorciéndose bajo su cuerpo.
GABRIEL—
Sería más divertido que no muriéramos, la verdad. (Convino, con los párpados cerrados) ¿No hay ninguna manera de que
yo…?
ÁNGEL—
Me temo que no. Además, esta es la meta de cualquier ángel, nuestro único
propósito.
GABRIEL—
No entiendo…
El ángel se incorporó.
Gabriel abrió los ojos de nuevo y se dedicó a acariciarle todas y cada una de
las curvas de su cuerpo: sus marcados pectorales, los abdominales, los bíceps…
En aquel momento se dio cuenta de que el color de sus pieles era muy semejante.
ÁNGEL—
Caeré. Al mar. (Esta vez fue él quien
cerró los ojos, disfrutando de sus caricias) Y de las aguas resurgiré como un ser humano. Es la única forma que
tiene mi especie de no extinguirse.
GABRIEL—
Me temo que sigo sin comprenderlo, y no deja de preocuparme tu transformación… ¿Y las alas? ¿Qué pasara con ellas?
ÁNGEL—
Perderán las plumas una por una durante la caída, hasta que no quede
absolutamente nada de ellas, excepto dos cicatrices horribles que espero que no
te espanten...
GABRIEL—
¡Las besaré gustosamente!
ÁNGEL—…
y luego esa materia desintegrada proveniente de las alas originará un nuevo
ángel.
Gabriel se incorporó,
sorprendido.
El ángel abrió los
ojos, grises y relampagueantes.
ÁNGEL—
En efecto, cariño: cuando un ángel cae por amor, nace otro ángel. Podría
decirse que los ángeles son fruto del amor más puro y verdadero que puede
existir. (Y luego exclamó, mientras
rodeaba su cintura con sus piernas:) ¡Oh, sin amor nuestra especie se
extinguiría!
El humano le devolvió
la sonrisa, y esta vez fue su turno de besar su cuello, que se había tornado
tan, tan oscuro como la noche que daba golpecitos tras la ventana. Le abrazó el
cuerpo delgado como un junco y resbaló la boca hasta su clavícula. Se aferró
con las manos a sus alas para empujarla contra él, rompiendo el abismo existente
entre sus cuerpos, aquella tortuosa lejanía de estar tan cerca y al mismo
tiempo tan lejos. Ella comenzó a moverse suavemente, en vaivenes que recordaban
al mar, mientras su melena rubia se mezclaba con sus plumas, que brillaban y
vibraban como si poseyeran vida propia.
GABRIEL—
Sin duda, los unos sin los otros no podemos sobrevivir.
Acto
III
Γένος
Desde arriba, todo
parecía apacible.
Desde abajo, un
Infierno de agua.
La tormenta desatada,
sin embargo, era perfecta para ocultar lo que estaba a punto de suceder, ¡no
por primera! ¡no por última vez! Pero sí de forma única, pues al fin y al cabo
nuestros protagonistas lo eran en su propia piel.
¡Oía el viento bramar,
agitar a la mar! El ángel se estremecía y si dijera que no tenía miedo, mentiría.
Y no malinterpretéis mis palabras: lo que temía era que le sucediera algo a su
amado, quien navegaba en un pequeño velero con grandes ojos azules pintados a
los costados, a la espera de su caída.
Exactamente, lo único
que precisaba era caer. ¡No tirarse! ¡No extender las alas! Sino obligarse a
ignorar ese grito interior, como el aviso de que si tocas el fuego te quemas y
debes apartar la mano para no dañarte.
Simplemente debía
dejarse llevar... Lo cual, como estaréis imaginando, no era tan simple.
Por eso, prefirió dejar
de pensar en cómo hacerlo y lo hizo directamente: se encaramó al borde de las
nubes de papel de lija y se dio la vuelta. Los talones pisaron la nada. Respiró
hondo varias veces. Relajó el cuerpo. Se inclinó ligeramente hacia atrás hasta
notar que perdía el punto de equilibrio y que, si no hacía nada, la gravedad
vencería.
Y cayó.
Lo primero que sintió
fue el aire aplastándolo como un bloque de hormigón. Luego la lluvia
ametrallando su cuerpo sin cesar, sin piedad.
Y entonces la primera
pluma voló: al principio no dolió, pero luego fue como si le hubieran arrancado
un brazo de cuajo, solo que en vez de dos brazos iban a ser miles y miles de
plumas.
Y la segunda pluma
voló.
Y la tercera...
Sus lágrimas se
precipitaban hacia arriba debido a la velocidad, convertidas en esferas
perfectas, chocándose con las gotas de lluvia. Y aun así, sonreía.
Pensaba en sus ojos
verdes como la hierba.
En
su piel color chocolate.
En
su pelo rapado, rizado y esponjoso.
Recordaba
el sabor de sus labios mordidos por los nervios.
El olor de sus camisas.
La
fuerza y al mismo tiempo delicadeza de sus manos.
El
calor de sus abrazos.
Contaba
el contorno de cada uno de sus músculos;
los
conseguía dibujar perfectamente en su memoria.
Escuchaba
el tintineo de los aros que pendían de sus orejas.
Su voz.
Su hermosa voz.
Y
sus palabras e historias.
También
veía sus cuadros.
Miraba
directamente en su alma
y
se aprendía todos y cada uno de sus colores
Sus
melodías.
Sonreía también al
recordar sus manías,
como que utilizaba un
pincel para cada tonalidad,
o
que se mordía las uñas,
o
que siempre se le quedaba algo de pintura en la parte de atrás del cuello.
Temblaba todo su cuerpo al oír su risa.
Recordó
que una vez le vio llorar;
lo
cual en ese momento le rompió un poco el corazón,
aunque
agradeció que él decidiera mostrarle la parte más fuerte de su ser.
Y también una vez lloró
con él,
aunque se dijera que
los ángeles nunca lloraban.
Perdió
la cuenta sobre las veces que hicieron el amor.
Las
veces que se besaron.
Que
se miraron.
Que
dijeron:
te
extraño
te
necesito
te
adoro
te
amo
te
quiero
te
veo
Y gritó cuando la
última pluma fue arrancada, cuando sus alas implumes no eran más que perchas de
color marfil.
Y se le acabó el
aliento cuando se estrelló contra las aguas y sus huesos estallaron.
Y entonces...
Calma.
Trató de moverse en la
quietud de las profundidades, en vano, y le embargó el pánico creyendo que se
hundiría, pues no sabía nadar.
Pero entonces...
Otro
impacto.
Un cuerpo se movió
hacia ella, la agarró con firmeza y la llevó hasta la superficie.
Ayudándose de una
cuerda que había jurado que no soltaría ni aunque fuera el Fin del Mundo,
Gabriel la condujo de nuevo hasta la barca y la subió rápidamente a la
cubierta. Luego él también subió, comprobó que respiraba y estaba consciente,
sonrió de pura felicidad, y ambos quedaron tendidos el uno junto al otro durante
unos minutos, exhaustos, mientras la lluvia continuaba golpeando sus cuerpos.
Fue ella la primera que
se giró, en su búsqueda, y él acogió su boca y su abrazo sin pensárselo dos
veces.
GABRIEL—
Te quiero.
ÁNGEL— Te quiero.
Se separaron unos
segundos para observar su nueva forma, y él se dedicó a besar sus nuevas y
ahora únicamente de ella manos, brazos, cuello, pechos, torso, espalda,
cabello, piernas, pies...
GABRIEL—
Eres hermosa... Siempre lo has sido, y siempre lo
serás, Ángel.
Ángel sonrió.
ÁNGEL— En verdad, eres tú quien me haces hermosa.
GABRIEL— ¿Te duele la espalda?
Colocado tras ella,
volvió a besar con dulzura y una pizca de temor las recientes cicatrices que
habían dejado sus alas.
ÁNGEL— No te preocupes. Además, ahora tengo unas
nuevas.
Dibujo realizado el 23 de agosto de 2013 Ceras blandas Inspirado en una imagen encontrada en Internet |
Hola.
ResponderEliminarMe parece precioso, muy conmovedor.
Besos.
Nos leemos.
Te contesté en el log de Rocío :-)
¡Hola! Y bienvenida, Candy.
EliminarMe alegro de que te haya gustado *__*
Un besazo, y ahora me paso a ver la respuesta jajaja
Hello. Me encanta tu relato, transmite mucho y tiene mucha fuerza. Logras en pocas líneas lo que muchos no logran en cientos de páginas. Sigue así, ánimo y suerte.
ResponderEliminar( Por cierto: La portada es genialosa ^_^ )
Hey! Muchas gracias por tu comentario, Per *__* Siempre me alegras el día.
EliminarComo para ti los besos cibernéticos se quedan muuuy poquica cosa, te mando algo que ya sabes que me gusta más:
https://d.wattpad.com/story_parts/124956929/images/14392b586a255b19.gif
PD: Yo también quiero que escribaaaas, pues echo de menos tus hermosas palabras <3
¡Hola! Precioso dibujo, me ha encantado, te ha quedado muy bien. Siendo sincera, yo le empecé a tomar más cariño a los ángeles con Supernatural, será que me gustan más de hijos de p*ta que buenos.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu relato, está repleto de amor muy bien transmitido y en el momento de la caída ¡uy! Hasta a mí me dolió y yo no tengo alas (?) Precioso.
Participaba en la iniciativa, pero con el formato anterior, ahorita, no sé, los bloques me gustan poco al menos, de los que van sumando >.< Quizás a futuro.
¡Un abrazo!
¡Hey! Y bienvenida ;)
EliminarMe alegro de que te hayan gustado tanto el dibujo como el relato. Quería escribir una historia un poquito diferente, aunque hubiera preferido pensarla durante más de un mes *un año, por ejemplo*
La verdad es que no he visto ningún episodio de Supernatural... supongo que me la recomiendas (?)
¡Ah, pues a ver si los siguientes bloques te llaman más y sigues con la iniciativa!
Un besazo
Cuando te leo, siempre sé que leeré una historia donde los detalles me harán casi ver lo que relatas, y eso me gusta en tus textos, lo visual que eres, y al llegar al final de esta historia, es imposible no emocionarse. Es lo que además tiene el amor, emociona a quien cree en el amor a pesar de todo. Tu dibujo también me gusta mucho, lograste lo etéreo y la textura de las alas. Y recordé esta canción ... https://www.youtube.com/watch?v=GrkF9RDeHP4
ResponderEliminarDulces besos. Te veo 💜
Es muy bonito conseguir ver a las personas 💜
EliminarGracias, Dulce, por verme y por leerme durante tanto tiempo.
Una canción muy bonita de Lucybell. Te mando otra...
https://www.youtube.com/watch?v=ne_OjT4y6e0&ab_channel=ThrivingIvory-Topic
Dulces besos alados
Gracias por la canción, no la conocía.
EliminarDulces besos alados 💜 ^,,^