Justo cuando estaba colocando el último nigiri sonó el timbre. Corrí hasta la entrada
y pregunté por el telefonillo quién era.
—¡Eric! ¡Soy Angy!
En cuanto escuché su voz, clara y
cantarina, se me escapó una sonrisa. Apresuradamente presioné el botón que
abría el portal.
—¿Ya?
—¡Sí!
Abrí la puerta de mi apartamento y
esperé a que subiera en el ascensor; mientras tanto, jugueteé con los cordones
de mis pantalones. ¿Por qué estaba tan nervioso? Até y desaté los cordones
varias veces. En la quinta lazada, el ascensor se abrió... y el corazón me dio
un vuelco.
—Hola.
—Hola...
Angy se había recogido el pelo en dos
trenzas pegadas a su cabeza, el blanco zigzagueando sobre el negro. Sus ojos
azules contrastaban con las sombras de sus párpados y sus labios eran tan
oscuros que parecían negros; esta vez el septum
tenía la forma de un semicírculo terminado en triángulos plateados. Su cazadora
de cuero estaba abierta, mostrando un top rosa —sobre su pecho se leía: Another lost Angel— y sus piernas
estaban enfundadas en un pantalón de cuero cuyos laterales se ataban con cuerda
igual que un corsé. Calzaba botas militares de plataforma, y alrededor del
cuello mostraba el collar de perro que mi propio cuello conocía muy bien.
—Podría haberme vestido más casual —fue
lo primero que dijo, señalando mi camiseta básica y mis joggers grises.
—Estás perfecta. ¿Has traído todo lo que
necesitas? —Al pasar la mano por su espalda me topé con su mochila.
—Creo que sí.
Como el lunes era festivo, le había
propuesto pasar el puente en mi apartamento.
—Pasa, por favor... Puedes dejar la chaqueta
en esta percha y la mochila con tus cosas en el dormitorio. ¿Te enseño las
habitaciones o prefieres cenar primero?
Se lo pensó durante unos segundos.
—Primero el tour. Así hacemos un poco de hambre.
—¡De acuerdo! Me convertiré en tu agente
inmobiliario de confianza.
Su risa me animó a meterme de lleno en
el personaje.
—La señorita acaba de abandonar el
espacioso recibidor para adentrarse en el salón-comedor. —Imposté la voz
mientras gesticulaba—. Se trata de una estancia muy luminosa, gracias a aquel
ventanal... Aunque claro, eso lo comprobará cuando salga de nuevo el Sol. —Le
guiñé un ojo—. Aquí tenemos un espacioso sofá tres plazas, chaise longe, frente al típico mueble para colocar la tele de
pantalla plana... ¡Mire cuántas pulgadas! Ideal para disfrutar de un buen
anime. Por aquí tenemos la mesa, con la cena ya preparada...
—¡Madre mía, Eric! —Se llevó las manos a
la boca, sorprendida—. ¿Has preparado un buffet
de comida japonesa?
—Yo no he cocinado nada. —Me apresuré a
aclarar—. Hice un encargo a Surume y
recogí el pedido con mi coche en cuanto volví de casa de mi hermana.
—¿Cuánto es mi parte?
Su tono no daba pie a negociaciones. Le
enseñé el ticket para que supiera la cifra exacta y me dio el dinero en
efectivo.
—Ya estamos en paz. —Asintió varias
veces para sí misma—. Podemos continuar, realter.
—Usted manda, señorita. Tras esta puerta
se encuentra la cocina, que cuenta con una galería perfecta para desayunar
cuando llega el buen tiempo. —Avanzamos—. La pequeña habitación adyacente es lo
que podríamos llamar la lavandería, con el cubo de la ropa sucia, la lavadora,
la secadora y la plancha. Si sigue por este pasillo... Usted primero,
señorita... Aquí tenemos una habitación de invitados, con una litera y una cama
de matrimonio. La habitación da a un pequeño baño privado, totalmente equipado.
¡Oh! No lo he comentado antes, pero mientras que el suelo de la cocina es de
baldosas blancas, el del resto del apartamento es parqué oscuro... Exceptuando
el de los baños, claro, que tienen baldosas de mármol gris. Este es el
despacho; las estanterías están repletas de mangas y hentai, y el ordenador es perfecto para los amantes de los
videojuegos. De decoración, cactus.
—Oh, adoro los cactus.
—Yo también...
Por un momento me perdí en su mirada.
Carraspeé.
—Al final del pasillo se encuentran el
baño y el dormitorio principal. El baño...
—Wow.
La enorme ducha con mampara cubría una
de las paredes. El lavabo era lo suficientemente espacioso como para que lo
utilizasen dos personas a la vez, y aún quedaba suficiente sitio para el
inodoro, el bidé y un pequeño armario en el que guardaba toallas y objetos de
higiene personal.
—¿Esto también viene con el mobiliario?
Contra la mampara estaba pegado un dildo
con ventosa.
—Claro. Así las duchas son más
entretenidas —me limité a responder, sonriéndole pícaramente.
Por fin, llegamos al corazón del
apartamento.
—Este dormitorio estaba pensado como dos
habitaciones individuales, de modo que la habitación de invitados que hemos
visto antes debía ser el dormitorio principal. Al suprimir el tabique, se
consiguió un dormitorio tan grande como el salón. De esta manera, caben
perfectamente la King size, con sus
postes, su ornamentado cabecero... —Angy se acercó a tocarlo, fascinada—... y
el armario triple, que es dos partes ropa y calzado, y una parte kinky-stuff.
Moví las puertas del armario por sus
rieles y le mostré los enganches de los que colgaban fustas, paletas, floggers, cuerdas y cadenas. Los cajones
también estaban repletos de juguetes sexuales de todos los tipos: dildos,
vibradores, plugs... Mi mayor tesoro.
—Ahora mismo me siento como una niña en
una tienda de chucherías.
—¿Eso significa que tienes hambre?
Se mordió el labio inferior mientras se
volvía para mirarme.
—Mucha hambre.
La tensión se podía cortar en el
ambiente.
—¿Vamos a cenar? —propuse en voz baja y
en contra de mis verdaderos deseos.
Angy asintió.
Nos obligamos a rehacer nuestros pasos y
volver al salón; allí nos sentamos a la mesa uno al lado del otro.
—¿Palillos o tenedor?
—Palillos, por supuesto.
Le alcancé un par de palillos de bambú de
mi set preferido, pues tenían dibujados en los extremos motivos nipones.
—Haz los honores.
Atrapó un uramaki philadelphia y se lo metió entero en la boca. Su gemido fue
casi orgásmico.
—¡Está delicioso!
Nos echamos a reír.
—El sushi
es mi comida favorita —le confesé.
—La mía es la comida italiana, pero el sushi viene justo después.
Mientras cenábamos, se oía de fondo el
álbum de Cigarettes After Sex, tranquilo y envolvente.
Nuestros temas de conversación fueron
tan variados como los uramaki, nigiri y hosomaki que estaban en los platos. Su
opinión me llenaba tanto como el arroz y me parecía tan interesante como la
salsa teriyaki. Además de palabras,
compartíamos risas saladas como la salsa de soja. Y, por supuesto, también
había lugar para comentarios tan picantes como el wasabi o el jengibre en tiras.
—Quiero que seas completamente honesto
conmigo —Angy me apuntó con uno de los palillos.
Tragué el tekkamaki que estaba masticando en ese momento. ¿Acaso esta era la
oportunidad para contarle lo de...?
—¿Cuál ha sido la vez que más te han
humillado y más lo has disfrutado?
Oh.
Pensé durante unos segundos la
respuesta, pero en seguida me vino a la cabeza la escena.
—Ya te he hablado de mi ex, Joel. —Angy
asintió—. Pues... Una de sus fantasías era orquestar una gang bang.
Esas dos palabras siempre cumplían con
el efecto esperado: eran como un disparo. Bang!
—Creo que sé en lo que estás pensando
—continué rápidamente—. A mí al principio tampoco me hacía demasiada gracia, ¡y
mucho menos siendo la persona sobre la que recaería la acción! Pero Joel y yo
hablamos mucho, muchísimo sobre el tema, y finalmente me di cuenta de que
también ansiaba probarlo.
—¿No te viste presionado por Joel?
Angy parecía ligeramente preocupada.
—¡En absoluto! Incluso cuando acepté,
dejamos pasar varios meses para que la fantasía fuera completamente individual
y, al mismo tiempo, nuestra. Eso sí, como podrás imaginar, nos costó bastante
encontrar a las personas adecuadas para formar la gang.
Angy masticó aquella respuesta junto con
un nigiri shake tras mojarlo en la
salsa por la parte del salmón. Yo me decanté por un uramaki dragon.
—¿Cuántas personas participaron, además
de Joel y tú?
—Tres más. —Contesté cuando tragué el
delicioso bocado—. Nos fuimos durante un fin de semana a una cabaña en las
montañas, de modo que no llamásemos la atención.
—¿Y qué pasó ese fin de semana?
—Yo no sabía lo que Joel había
preparado, al menos, no exactamente. Obviamente él tenía en cuenta mis límites
y habíamos definido palabras y gestos de seguridad.
—¿Gestos?
Sonreí.
—Para cuando no pudiera hablar.
—Ah, entiendo...
—¿Quieres saber lo que me hicieron?
—Por supuesto.
Había una pizca de curiosidad morbosa
brillando en sus pupilas. Eso me animó a querer contarle todos y cada uno de
los detalles, a pesar de que la escena completa formaba parte de otro capítulo
de la historia.
—Joel y yo llegamos los primeros a la
cabaña. Revisamos las instalaciones, nos dimos una ducha... y se aseguró de que
mi culo quedase completamente limpio. Creo que ese fue el primer momento en el
que me sentí humillado. —Angy ya estaba ligeramente ruborizada, pero yo no
había hecho más que comenzar a hablar—. Cuando salimos del baño, él se vistió,
pero a mí me ordenó que saliera hasta la entrada y me arrodillase justo en el
umbral de la puerta, desnudo. Entonces, hizo que le chupase la polla hasta que
se corrió en mi boca y me dijo que, si tragaba, significaba que aceptaba convertirme
en su esclavo aquel fin de semana. Obviamente, tragué. Conforme el resto de
personas iba llegando, les chupé la polla una a una...
—¿Eran todos hombres?
—No, pero todas las personas que
participaban tenían polla.
—Ah, entiendo —bebió un sorbo de agua,
como si la boca se le estuviera quedando seca, y me fijé en cómo cruzaba las
piernas.
—Con mi sumisión perfectamente pactada
—proseguí—, entramos en la cabaña y, bajo las órdenes de Joel, me ataron a la
mesilla de café en el acogedor saloncito. Imagínate, cada uno de mis brazos y
piernas estaban atadas a una pata de la mesilla, mi pecho y mi polla quedaban pegados
contra la tabla y mi culo en pompa sobresalía en uno de los extremos.
»Joel se sentó en un sillón, frente a mí.
Mientras se bebía una limonada presenció cómo me propinaban cien azotes, y
luego cómo me follaban el culo sin contemplaciones, mientras mi polla dura
goteaba sobre la madera. Cada vez que me corría sin su permiso, eran cien
azotes más.
—Qué cruel. —Sonrió ligeramente, sus dientes
blancos resaltando contra el carmín oscuro—. ¿No se te ocurrió decir la palabra
de seguridad?
—Ni se me pasó por la cabeza. —Jugueteé
con los palillos—. Tras esa primera ronda, Joel se masturbó frente a mí y se
corrió en mi cara. Entonces me dejaron ahí durante un par de horas, nunca supe
exactamente cuántas.
»Al cabo me desataron y me condujeron
hasta el dormitorio principal. Me colocaron un anillo doble alrededor de la
polla y de los huevos, de modo que se me mantuviera la erección, y Joel me
ordenó que les follase. A cuatro patas, tumbado, de pie... Como quisieran. Sólo
cuando estuvieran los cuatro satisfechos me podía correr, y aquella vez sí
cumplí.
»Me dejaron dormir en la cama... y me
despertaron follándome.
Hice una pequeña pausa para beber agua
también.
—Mi única comida, mi única bebida, eran
sus corridas. Fueron casi veinticuatro horas de sexo. Me obligaron a orinar en
una botella para no desatarme y mi culo estaba reventado, goteando
continuamente. Te lo juro, Angy, me sentí tan humillado y, al mismo tiempo, tan
excitado. —Sólo por recordarlo me había puesto—. Finalmente la tarde del
domingo Joel me desató. Nos dimos un baño caliente. Me mimó, me vistió....
Estuvimos en el jardín haciendo una barbacoa, los cinco, hablando de cómo había
resultado la experiencia, de cómo nos habíamos sentido y qué era lo que más nos
había gustado. Al día siguiente regresamos a nuestras vidas en la ciudad.
—¿Repetisteis la experiencia?
—No.
—¿Y te gustaría repetirlo?
No sólo debía ser honesto con ella, sino
conmigo mismo.
—Me encantaría.
Terminamos de cenar en silencio. ¿Le
había gustado lo que le había contado? ¿Quizás había sido demasiado para ella?
—¿En qué estás pensando, Angy? —le
pregunté directamente.
Ella chasqueó la lengua.
—Si mis ex dejaron el listón muy bajo,
los tuyos dejaron el listón muy alto.
Casi me reí ante su respuesta, pero no
quería que me malinterpretase.
—Esto no es una competición, Angy
—repliqué con suavidad.
—¡Pero es inevitable comparar! —suspiró.
—Entiendo a qué te refieres, pero las relaciones
son únicas e inigualables, puesto que las personas son únicas... —Me atreví a
alargar una mano para atrapar la de ella y entrelacé nuestros dedos—. E
inigualables.
La sonrisa que Angy me dedicó sería
capaz de derretir los polos de la Tierra.
—Eric... ¿Sabes lo que me apetece hacer
este puente?
—Dime.
—Me apetece seguir desarrollando mi
parte femdom.
Apretó ligeramente mi mano y le devolví
el gesto.
—Y a mí me apetece ser cómplice de ello.
Tras el postre nos desplazamos al sofá y
estuvimos besándonos como dos adolescentes; nuestros besos sabían a té verde y mochis de limón.
Poco a poco la pesadez de la cena fue
desapareciendo. Nuestras caricias se hicieron más audaces, buscando nuestras
pieles bajo la ropa. Me tumbé en el sofá, Angy se colocó encima y me deshizo de
la camiseta. Sus dedos recorrieron suavemente mis tatuajes...
—El miércoles no me dijiste lo que significaba
otro de tus tatuajes —me recordó.
—Quizás fue porque estaba demasiado
ocupado azotándote sobre una silla y follándote este culazo. —Agarré su culo
para respaldar mis palabras—. Y quizás, precisamente por eso, a ti se te olvidó
preguntarme.
Bufó con divertimiento.
—Hoy me dirás el significado de dos,
para compensar.
—Me parece un buen trato. Yo elijo uno,
y tú eliges el otro.
—De acuerdo. Empieza tú.
Extendí el brazo derecho. Subiendo desde
el ambigrama por el samurái y las flores de cerezo, mi piel parecía haber
atrapado parte del cielo nocturno; un dragón oriental blanco rodeaba el bíceps
y el tríceps, dirigiéndose hacia la Luna llena.
—Me hice este tatuaje a los veinte años,
en honor a Haku, uno de los personajes de El
viaje de Chihiro.
—¿Por qué?
—Es mi dragón favorito —respondí simple
y llanamente—. Y tiene los ojos verdes, como yo.
Angy se rió y se inclinó para besarme.
Cuando nos separamos para tomar aire de
nuevo, se movió hasta quedar sentada sobre mis muslos, de modo que la
cinturilla de mi pantalón empujó mi erección hacia abajo y dejó al descubierto la
uve de mis caderas.
—Mientras hacías el tour por el apartamento estaba dudando de si llevabas ropa interior
—admitió, mordiéndose el labio inferior—. Ahora confirmo que no.
—Así estoy más cómodo.
—Ya... y los joggers grises marcan mejor el paquete.
Me sentí como un pedazo de sushi bajo su mirada.
—Ahora me toca elegir a mí. —La punta de
su sus dedos siguieron las líneas afiladas que se extendían bajo mi ombligo—.
¿Qué significa este tatuaje tribal?
El intrincado dibujo en negro, gris y rosa
formaba un corazón justo en el centro, y dos alas puntiagudas se extendían
hasta las caderas.
—¡Ah, cómo se nota que no consumes hentai! —Me reí—. Es el tatuaje típico
que tienen las súcubos. De hecho, su diseño suele variar según el tipo de
súcubo y representan el aparato reproductor femenino.
Angy asintió con la cabeza mientras
asimilaba aquella información.
—Es... sexy. De hecho, me parece aún más
sexy teniendo en cuenta que eres un hombre cis.
Precisamente esa era la razón por la que
me lo había tatuado.
—¿Y qué tipos de súcubo hay? —preguntó seguidamente.
—Hum... Por ejemplo, hay súcubos tipo
Receptáculo, que sienten fatiga a menos que se corran dentro de ellas. Otras
son tipo Cambiaforma, ya que (como bien explica su nombre) pueden cambiar su
forma según los deseos de sus parejas. Las súcubos Estadistas apuntan en su
piel cuantas relaciones sexuales y cuántos orgasmos han tenido...
—Esas me gustan —sonrió.
—Hay súcubos Sádicas o Masoquistas.
Súcubos Feromonas, a las que ninguna persona se les puede resistir gracias a
las hormonas que desprende su piel. También súcubos Cazadoras o Presas...
—¿Y tú qué tipo de súcubo serías?
Hacía tiempo que me había planteado esa
pregunta.
—Un súcubo Kinky, cuyo poder surge
cumpliendo los kinks y las fantasías
sexuales de su pareja. —Me incorporé hasta que quedamos ambos sentados, ella a
horcajadas encima de mí, de modo que nuestros rostros quedaron a la misma
altura—. Así que... Ponme el collar y soy todo tuyo, Ama.
Angy sonrió. Se desabrochó el collar y
me lo ató al cuello, de nuevo.
—Mi Súcubo Kinky.
Mi erección palpitó.
Entonces, Angy se levantó sin previo
aviso y la desaparición de su peso sobre mi cuerpo se sintió como si
desapareciera la gravedad.
—Siéntate ahí, en la chaise longue —me ordenó mientras se
dirigía hacia la mesa donde habíamos cenado— y, aunque me encanta cómo te
quedan, quítate los pantalones.
Acaté sus órdenes y esperé pacientemente
a que volviera. Entre sus dedos sostenía un par de palillos.
—Cuando empecé a descubrir el mundo del
BDSM no tenía juguetes sexuales, así que utilizaba objetos corrientes con los
que darme placer... y con los que autoinfligirme dolor —me explicó, y me sentí
totalmente identificado con sus palabras—. Gracias a la novela Confesiones de una sumisa de Sophie
Morgan, descubrí lo útiles que podían resultar unos simples palillos.
Seguidamente se quitó las gomas que
sujetaban sus trenzas y las enrolló en los extremos de los palillos.
—¿Alguna vez te has pellizcado la
lengua?
Asentí con la cabeza.
—Con las mismas pinzas que se usan para
los pezones —especifiqué.
—Bien... Ahora vas a sacar la lengua y te
voy a colocar los palillos.
No me pasó desapercibido el gemido de
Angy al comprobar la longitud de mi lengua. Al fin y al cabo, siempre se habla
del tamaño de la polla. ¿Por qué nadie habla de las lenguas grandes?
Deslizó los palillos por mi lengua lo
más profundo posible, horizontales, de modo que mis dientes se apoyaron en
ellos como si fuera una mordaza. Cuando soltó, las gomas hicieron que la madera
se apretase contra la carne y bufé por el dolor repentino. Al menos no dolía
tanto como las pinzas, lo cual dejaba claro que su objetivo era que aguantase
con ellos durante un tiempo prolongado.
Al mismo tiempo que me acostumbraba a la
sensación, me pregunté dónde los habría probado ella. ¿En la lengua? ¿En los
pezones? ¿Quizás en el clítoris?
Su voz me devolvió a la realidad.
—¿Dónde tienes lubricante, Súcubo?
Abrí mucho los ojos, sorprendido. ¿En
serio esperaba que hablase?
—Si ni siquiera lo intentas tendré que
castigarte.
Uf, quería que me castigase, pero
también quería complacerla.
—Do...
Dodmitodio. Eng da...
—¿En la...?
—Da
mejilla de moche. Dedecha. —Farfullé con dificultad.
Me acarició la cabeza.
—Buen chico.
No tardó en regresar; por su expresión
apurada supuse que su rapidez se debía a que no se sentía cómoda rebuscando en
armarios de apartamentos ajenos.
—Como no puedes decir claramente tu
palabra de seguridad, chasquearás los dedos dos veces seguidas si necesitas que
pare. Haz una prueba.
Dos chasquidos.
—Perfecto.
Angy se sentó a mi derecha y oí el
característico clic del lubricante.
Empezó a masturbarme despacio, como si
quisiera memorizar todos los pliegues, curvas y relieves de mi polla. A veces
la cadencia resultaba tan lenta que era tortuosa, pero se sentía tan bien que
se me retorcían los dedos de los pies. Comencé a notar cómo el orgasmo se
acumulaba en mi vientre, la zona del tatuaje ardiendo como si de verdad tuviera
poderes mágicos. Como si lo notase, Angy aceleró un poco el ritmo, llevándome
al límite...
Y me soltó súbitamente.
Jadeé ante el shock por la ausencia de fricción y mi polla se contrajo en el
aire, desamparada.
—Pobrecito... ¿Tenías ganas de correrte?
Bufé, mordiendo los palillos.
La saliva goteaba por mi barbilla,
mojando el collar y mi pecho.
Era humillante.
Me encantaba.
Angy se dedicó a masajearme los huevos
mientras mis ganas de correrme se calmaban. Después volvió a agarrar mi polla y
movió la mano de modo que el pulgar se centrase en el glande y en los primeros
centímetros por debajo del frenillo. Volvió a llevarme al borde del orgasmo...
y volvió a romper el contacto.
Con el dedo corazón recogió una gota de
líquido preseminal y se la llevó a la boca.
—El edging
es delicioso.
Me seguía fascinando la conexión que
habíamos tenido desde el primer momento; no habían pasado ni dos semanas desde
que nos habíamos conocido, y sin embargo Angy podía predecir perfectamente
cuándo iba a correrme.
Continuó masturbándome, conduciéndome a
las puertas del Cielo para arrastrarme de nuevo al Infierno... ¿o era al revés?
Mi orgasmo crecía cada vez que paraba y
continuaba, como si quisiera rebasar los límites de mi propio cuerpo. Las
lágrimas rebasaban mis ojos por la frustración de la negación del orgasmo. Me
dolían la polla y los huevos, y notaba la tensión en mis abdominales y muslos.
¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Cuántas veces más quedaban?
Y la pregunta más aterradora: ¿Angy arruinaría
mi orgasmo al final?
Como si me leyera la mente, me ordenó:
—Fóllame la mano hasta correrte.
Clavé los codos y los talones en el
sofá, alcé las caderas y me moví dentro de su mano como si estuviera poseído,
como un súcubo de verdad.
Me sentía exasperado, porque a pesar de
todo el tiempo, de todas las veces, era consciente de que no podría correrme
hasta que...
—Córrete para mí.
El orgasmo me sacudió con la fuerza de
todos mis orgasmos acumulados. Grité, mordiendo la madera e, inevitablemente,
apretando más mi dolorida lengua. A pesar de que me doblé sobre mí mismo, Angy
continuó moviendo la mano hasta exprimirme la última gota de corrida. Después
me ayudó a quitarme los palillos y me besó con ternura.
—¿Qué tal, Eric?
—Bien...
—¿Qué tal la lengua?
—Dolorida. Pero bien.
—Me alegra oírlo...
Se quitó los pantalones y la ropa
interior. Me reacomodé en el sofá y Angy se sentó sobre mi boca.
Umami.
Me has dejado, pensando muchas casas, pero una sobre todo . Me encanta la complicidad de estos dos. y la confianza que estan adquiriendo el uno sobre l otro. Esto promete una pareja ideal.
ResponderEliminarLo demás sobra comentarlo porque creo que es mejor vivirlo ajajja. Un besazo reina.
Ay, cuéntame qué piensas, Campirela *.*
EliminarMe alegro de que te guste la complicidad y confianza entre Eric y Angy.
Gracias por leer y comentar.
¡Un besazo!
Me ha costado leerlo seguido, he ido a por un café. me parece que puede ser una relacion placentera mientras dure, y eso es lo importante. Abrazos
ResponderEliminarComo son capítulos largos intento hacer una pausa intermedia, ¡perfecta para el café!
EliminarEspero que lo disfrutases mucho junto a la lectura.
Un abrazo, Ester
Vaya piso tiene Erik, con todo un arsenal en el armario, pero más espectacular es esa descripción de Angy al llegar y al recrear su imagen al leer, uno no puede quedar indiferente. No sé si lo dije antes en algún otro capítulo, pero siempre me ha parecido más dominante Angy que Erik, quien en cambio me parece más sumiso que ella. Toda una confesión es la que le ha hecho a Angy de su experiencia en una Gang Bang. Me queda una duda en eso de que no todos eran hombres, pero si todos tenían polla, da para imaginar, y muy gracioso cuando habla con los palillos en la lengua :D
ResponderEliminarPor cierto, me encanta ese disco de Cigarettes after sex, totalmente ensoñador con la voz única de Greg González. Y hay que esperar hasta el otro capítulo por esa escena de la imagen? creo que nos está torturando Señorita ;)
Ah! la página de Instagram no aparece disponible.
Dulces besos de manzana y dulce semana.
Me encanta tu extenso comentario, Dulce :3
EliminarCreo que no lo dijiste antes, pero me resulta curioso que Angy te parezca más dominante que Eric ya que intento que haya un equilibrio en el intercambio de roles D/s. ¡Switch 50-50! Pero si Angy os resulta más Dom, ya se escapa de las manos de la autora...
Las personas integrantes de la Gang Bang pueden ser hombres cis, mujeres trans, personas NB, etc. ¡y que todas tengan polla!
Me alegro de que te haya divertido lo de los palillos. Cigarettes after sex <3
¡Me temo que hay que esperar! Y quizás ni siquiera continúe con esa escena...
Ahora arreglo el link, gracias por avisar.
Un besazo dulce y kinky
Eric sería un incubo-
ResponderEliminarMe fascinan las súcubos, una de las intensas mujeres míticas, con alto nivel de deseo.
No sé porque suelen ser consideradas malignas.
Besos.
Totalmente de acuerdo con tu apunte, Demi, pero para esta escena me cuadraba mejor seguir usando el término "súcubo" ;)
EliminarA mí me fascina la mitología, en general. En cuanto a los súcubos/íncubos suelen considerarse como seres malignos porque se relacionan con agresiones sexuales.
¡Gracias por leer y comentar!
Besos
Como dice Dulce aqui arriba, es de remarcar la conexión que han tenido, la honestidad con la que (hasta ahora) se comparten sus historias.
ResponderEliminarMe encanta la cotidianeidad que le imprimís al relato, no te limitas solamente al tema kinky, sino que detalles del ambiente, ropa, cómicos como el hablar con los palillos en la lengua, hacen que sea aún más fácil identificarse con los personajes.
Seguimos atentos a la continuación!!
Poco a poco Angy y Eric van a ir conociéndose mejor, y aunque el tema kinky sea el eje central de la historia, también habrá todo tipo de escenas cotidianas. De hecho, uno de los tags que le pondría a este proyecto es "recuentos de la vida" / "slice of life".
EliminarEncantadísima de que os guste y que estéis atentos a las actualizaciones ;)
Un besazo, Etienne
Muy buena manera de ofrecer una novela, si lo es. Erse dadivosa, eso sin duda. Me gusta tu personaje central, y cómo vas urdiendo la trama.
ResponderEliminarUn abrazo
Me alegro de que te gusten los personajes y la historia, Albada.
EliminarUn beso con dádiva ;)
Dicen que la media naranja no existe, pero parece que ellos la han encontrado.
ResponderEliminarYo sigo aprendiendo vocabulario y técnicas nuevas con cada entrega de este proyecto.
Besos.
¡Eric y Angy son muy compatibles! Y poco a poco se irán conociendo mejor.
EliminarMe alegro de que te guste esta historia. Lo mejor: aplicar nuevas técnicas ;P
Un besazo, Dev