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Capítulo 7. Darse amor a una misma
Justo cuando estaba cerrando la puerta
de mi apartamento, me topé con mi vecina.
—Buenas tardes, Señora Martínez.
Tuve que esforzarme en no llamarla
«Karen».
—Buenas tardes —me respondió secamente,
analizando mi outfit con los ojos entornados.
Este era bastante sencillo: la chupa de
cuero, un vestido básico negro, medias de rejilla y unas Demonia con hebillas plateadas hasta las rodillas. Claro que en
comparación con el suyo, éramos como el día y la noche.
Esperamos juntas el ascensor, incómodas.
Balanceé la bolsa que llevaba en mi mano derecha, lejos de su mirada
indiscreta, y ella se ajustó mejor su bolso de Channel.
—El miércoles un hombre joven con la
cabeza rapada y tatuajes estaba esperando en el portal. Al día siguiente lo vi
salir de tu apartamento... —Carraspeó—. ¿Es tu nuevo novio?
Estaba segura de que nos había escuchado
follar en el salón, pero aun así respondí:
—Es un amigo.
Las puertas del ascensor se abrieron.
—Entiendo... —Entró primero. Yo pulsé el
botón de la planta baja—. La verdad es que gustaba más el otro.
Supuse que se refería a Will. Forcé una
sonrisa.
—Todo suyo.
—¡Y qué voy a hacer yo con un
treintañero! —Exclamó, como ofendida.
—Pues echar el polvo que le falta. —Las
puertas volvieron a abrirse, pero no tanto como su mandíbula—. Ahora, si me
disculpa, tengo prisa.
Atravesé el portal en varias zancadas y
salí sin mirar atrás. Quizás no debería haber sido tan mordaz al responderle.
Mi madre me habría dicho: «No hay mayor desprecio que no hacer aprecio», pero
estaba harta de tener que aguantar sus miradas y opiniones que ni siquiera le
había pedido. ¿Quién se creía que era? Además, me enfurecía que se refiriera a
Eric con tanto desdén. ¿A que no se atrevía a decírselo a la cara, eh?
Al pasar al lado de la obra me detuve un
momento para observarla. Era viernes por la tarde y los obreros ya habían
recogido, así que mis esperanzas de ver a Eric, aunque fuese fugazmente, se
borraron de un plumazo. Le había avisado el día anterior que había hecho planes
con una amiga. Él me había dicho que sin problema, que podíamos quedar el
sábado por la tarde o por la noche, si estaba libre, y que él visitaría de
nuevo la galería de arte de Max. Sin embargo, una parte de mí... O mejor dicho,
todas las células de mi cuerpo, se morían de ganas por volver a verle pronto.
Continué caminando en dirección al Sector
2, cerca del centro de la ciudad. Tardé casi cuarenta minutos en llegar al
punto de encuentro, pero me apetecía aprovechar el buen tiempo que traía
consigo la primavera.
—¡Mi estadista favorita!
Me gritó una figura que vestía todos los
colores del arcoíris.
—¡Mi profe de mates favorita!
Nos abrazamos en frente de la cafetería Pandora, ignorando las miradas curiosas
de la terraza.
Jessica era una de las pocas amigas con
las que mantenía el contacto después de la carrera. Solíamos quedar de ciento a
viento ya que estaba a tope trabajando como profesora interina en un instituto
y, al mismo tiempo, estudiando para presentarse a las Oposiciones. Sin embargo,
cuando nos reencontrábamos era como si no hubiera pasado el tiempo.
—¿Qué tal estás, Jess? ¿Ya te has
convertido en la profe favorita?
Jessica se peinó con los dedos su media
melena naranja-cobriza mientras me contestaba:
—Soy su favorita hasta que llegan los
exámenes; entonces, me transformo en su pesadilla personificada y los
estudiantes se convierten en “chusma”.
Cuando terminamos de reír nos acomodamos
en una mesa libre.
—Ais, me encantan las sillas de este
sitio —suspiró—. No te das cuenta de la gordofobia que tenemos interiorizada
hasta que estás gorda y no cabes en las sillas de las cafeterías.
—Al mundo lo que le interesa es que
todas las personas estemos cortadas por un mismo patrón.
—Pero nosotras formamos parte de la
resistencia —me guiñó uno de sus ojos chocolate, sombreados con tonos rosas.
Justo en ese momento se acercó un
camarero a tomarnos nota. Mi amiga pidió un café irlandés y yo un cappuccino.
—Bueno, cuéntame... ¿Qué tal en el
curro?
Puse los ojos en blanco.
—Resistiendo, nunca mejor dicho.
—Me parece muy fuerte que tengas código
de vestimenta. ¡Pero si trabajas en una oficina!
—Se supone que es por los clientes, que
como pertenecen a empresas multinacionales...
—¡Vaya estupidez! La autenticidad es una
virtud, no un defecto. Además, tu ropa es chulísima.
—Y por eso te he traído este regalo: —Con
la sonrisa más grande del mundo le tendí la bolsa.
—¡Angy, pero si no es mi cumpleaños!
—No tiene que ser tu cumpleaños para
hacerte un regalo, sobre todo cuando me recordó a ti. Vamos, ábrelo antes de
que traigan los cafés.
—A ver, a ver... ¡Oh, por Pitágoras, me
flipa!
Desplegó la camiseta 2XL de color negro
con un dibujo impreso en blanco en la parte frontal.
—Encontré por casualidad al artista en
Pinterest, y estaba bastante segura de que te iba a gustar.
—¿Que si me gusta? —Estaba casi llorando
por la emoción—. ¡Me encanta! Pásame el nombre, que voy a seguirle en todas las
redes sociales.
Jessica estaba tan ocupada con el móvil
que no se dio cuenta de que el camarero traía nuestras bebidas.
—¡P.A.W.G.! —Exclamó él—. Donde haya un
buen culo de donde agarrar...
Miró significativamente a mi amiga.
Jessica le dedicó una sonrisa de Mona Lisa mientras recogía la camiseta para
que él pudiera dejar sobre la mesa los cafés.
—Gracias.
—Gracias. —Intenté aguantar la risa.
—Cualquier cosa que necesitéis, no
dudéis en avisarme. —Cada una de esas palabras iban dirigidas a mi amiga—. Que
tengáis una buena tarde...
Se alejó para atender a unos nuevos
clientes.
Jessica se inclinó hacia delante y
susurró:
—¿Cuál crees que es la probabilidad de
que me deje una nota pidiéndome una cita cuando nos entregue la cuenta?
—Hum... Más del 50%.
Hundió la cucharilla en la nata y se la
llevó a la boca, pensativa.
—¿Y cuándo crees que es mejor que le
diga que soy asexual?
—Cuando quieras. Tampoco tienes por qué
decírselo.
—Ya, para pasar un buen rato... —Se
encogió de hombros.
Jessica era la única persona, antes de
conocer a Eric, con la que podía hablar abiertamente de sexo. Durante nuestra
época universitaria, mientras yo le contaba mis primeras experiencias sexuales
y le recomendaba novelas de temática erótica BDSM, ella me descubría lo que
significaba ser asexual en un mundo hipersexualizado.
Aunque me avergonzaba un poco admitirlo,
al principio me costó entender aquel término. “Asexualidad”. ¿Acaso no son
todas las personas seres sexuados?
—En efecto —me respondió ella en aquella
ocasión—. Y aunque parezca contradictorio, la asexualidad también es una
orientación sexual, y se refiere a que no sientes atracción por ninguna
persona. Eso no implica que no te guste el sexo, ¿entiendes? Hay personas
asexuales o ace que tienen relaciones sexuales con otras personas, y también
hay personas asexuales a las que les repele completamente el sexo. ¡Una persona
alosexual también podría ser sex-repulsed!
Ah, alosexual es lo contrario a asexual... Tú serías alosexual, ya que sientes
atracción sexual por las personas. Otro ejemplo: hay personas alo a las que no
les gusta masturbarse pero sí que les gusta tener relaciones sexuales con otra
persona, y hay personas ace que prefieren masturbarse a tener sexo, como yo.
¡Todas las combinaciones son posibles! En resumen, tener una u otra orientación
sexual no determina si te gusta o no el sexo.
Jessica descubrió que era asexual en su
adolescencia, cuando comenzó a explorar su sexualidad y se dio cuenta de que
realizaba los actos por pura inercia. Otro detalle que le dio una pista fue
que, cuando se masturbaba, no pensaba en ella ni en ninguna persona en
particular, sino que solía dejar la mente en blanco o empleaba material de
lectura o visual para imaginar una escena.
De vez en cuando Jessica practicaba
sexo, pero no lo necesitaba para tener una relación romántica con otras
personas. De hecho, otro término que me explicó fue “arromántico”.
—Si le das un par de vueltas, la
atracción romántica no es lo mismo que la atracción sexual. O sea, la primera
no depende de tu sexualidad, sino del deseo de establecer una relación
romántica con otra persona... ¡o con varias! Sin embargo, también existen
personas que son arrománticas o aro, las cuales no quieren tener una pareja
romántica. Quizás yo no sea la más indicada para hablar sobre ello, ya que no
soy aro... Espero no haber metido la pata y que hayas entendido las ideas
básicas, Angy.
Las había entendido, y aunque aún me
faltaba mucho por aprender sobre las relaciones humanas, Jessica había sido de
gran ayuda para ampliar un poquito más mis horizontes.
—¿Y tú?
Jessica me devolvió de golpe al
presente.
—¿Perdona?
—Que si has conocido a alguien.
—La verdad es que sí. ¿Cómo lo has...?
—Cariño, te conozco. Además, cuando te
has sentado se te ha escapado involuntariamente una mueca de dolor junto con un
gemidito.
Menos mal que llevaba una capa blanca de
maquillaje, porque me ruboricé de pies a cabeza.
—Eric y yo llevamos quedando un par de
semanas...
Me hizo contarle todos los detalles,
desde nuestro primer encuentro en Skeleton
Moon hasta lo que ocurrió el miércoles.
—¡Buah! Me alegro tanto de que hayas
encontrado a una persona que te da lo que necesitas...
—¡Jess!
—¿Y me puedes enseñar alguna foto de
Eric? —Movió las cejas cómicamente mientras canturreaba su nombre.
Busqué alguna fotografía que no fuera
demasiado comprometida. Mi amiga me arrancó el móvil de las manos cuando se la
enseñé.
—Jo-der. Objetivamente está buenísimo. Y
tiene una nariz...
—¿Qué le pasa a su nariz? —Me reí.
—¡Que es aguileña! Es preciosa.
No pude evitar acordarme de cómo se veía
su nariz contra mi coño cuando me comía; cómo alzaba la mirada para que
nuestros ojos se trabasen mientras yo me corría en su boca...
Tras darle un sorbo al cappuccino decidí
cambiar de tema.
—Bueno, dejando aparte mi vida sexual...
¿Qué tal llevas las Oposiciones?
—¡Por favor, no hablemos de las
Oposiciones! Estoy harta de estudiar. Al final me voy a ir al campo a pastar
cabras y hacer ganchillo.
—Fuiste tú quien me siguió hasta la
capital —le recordé.
—Solo porque conseguí la beca para
estudiar el Máster...
—¡Aún te quejarás de haber obtenido unas
notas brillantes!
—Porque estudiábamos juntas y tú eras
una de las estudiantes más brillantes de nuestro curso. Precisamente por eso te
mereces trabajar en una empresa que te valore —añadió—. ¿Nunca has pensado en
fundar tu propia empresa?
—Necesitaría encontrar un buen equipo
—suspiré—. Al menos este trabajo me permite conocer cómo funciona el mundillo
empresarial.
—Cómo darles a los capullos empresarios una
patada en el culo, más bien.
Nos reímos de nuevo.
Ocupamos aquella mesa hasta que nos
pusimos completamente al día, a pesar de que hacía horas que nos habíamos
terminado nuestros cafés. Cuando pedimos la cuenta ya había caído la noche.
—¡Te lo dije, Angy!
El camarero había escrito su número y su
nombre en el reverso del papel, entregándoselo directamente a Jessica para que
no hubiera ninguna confusión.
Jessica dobló el papel y se lo metió en
la copa del sujetador, sonriendo pícaramente.
Nos alejamos de la terraza de Pandora con los brazos entrelazados y la
risa bullendo en nuestro pecho.
—¿Quieres ir a cenar? —le pregunté.
—No, cariño. Tengo una cita.
—¿Ah, sí? —¿Por qué no me lo había dicho
antes?— ¿Con quién?
—¡Conmigo misma! Me voy a preparar un
baño caliente y, con la luz de las velas, voy a leerme ese libro que me
recomendaste. ¡Voy a darme amor!
—Oh.
—Venga, te acompaño hasta la parada de
autobús. Sigo sin saber cómo puedes andar con esas plataformas... ¡Son
demoniacas!
Llegué a casa un poco antes de las diez.
Jessica me había dado una idea...
Fui directa a la cocina, me puse el
delantal y me preparé una cena sencilla pero que era de mis favoritas: sopa de
estrellitas y ensalada de atún con tomate y queso.
Cené en el sofá mientras veía Insidious. ¡Adoraba las películas de
terror! Sobre todo las paranormales y las de terror psicológico; el miedo
alimentaba mi vena masoquista.
Cuando terminó la película lavé los
platos, recogí y me dirigí al dormitorio.
Mirándome en los espejos incrustados en
el armario, me desvestí poco a poco hasta quedar completamente desnuda. Observé
mi reflejo... Por delante, de lado, por detrás... Me mordí la sonrisa al comprobar
lo rojo que seguía mi culo; hacía mucho tiempo que no me sentía tan sexy.
Me dirigí al baño, puse el tapón y abrí
el grifo. Mientras esperaba a que se llenase la bañera, me desmaquillé con
toallitas y agua micelar.
Cuando consideré que el nivel del agua
era suficiente, cerré el grifo y arrojé una bomba de baño que tenía la forma de
un murciélago. Las sales hicieron un sonido efervescente al entrar en contacto
con el agua, la cual comenzó a teñirse de colores violeta, azul oscuro y negro.
Acaricié la espuma con la punta de los dedos... Luego introduje la mano y la agité
para que las sales se disolvieran completamente.
Me sumergí en las aguas oscuras, como si
fuera una reina vampiro. El agua estaba caliente y mis músculos se relajaron al
instante. El olor del aceite de romero y salvia me envolvió; mi nariz también
reconoció notas cítricas de mandarina y de fondo el aroma dulce de grosella
negra.
Solté completamente el aire de mis
pulmones, cerré los ojos y sumergí también la cabeza, de modo que quedé
completamente tumbada en la bañera. Aguanté, contando los segundos en mi
cabeza. Cuando sobrepasé los dos minutos y noté que los pulmones comenzaban a
clamar oxígeno de nuevo, emergí, sonriente por mi progreso.
Llevaba practicando la hipoxia
intermitente desde que comencé a nadar. Había descubierto que no solo aumentaba
mi rendimiento, sino que también calmaba mis nervios; además, había leído
estudios en los que la privación de oxígeno aumenta la autofagia e induce la
apoptosis de células cancerosas, teniendo un efecto protector contra la
inflamación, las enfermedades autoinmunes y el cáncer. En mi caso, debía añadir
otro efecto: en el contexto adecuado también me excitaba.
Repetí el acto dos veces más, tomándome el
tiempo necesario para recuperarme entre vez y vez.
El agua comenzaba a enfriarse, así que
quité el tapón tirando de la cadena con los dedos de los pies y me aclaré el
cuerpo con la alcachofa de la ducha.
Me envolví el pelo en una toalla y me
sequé el cuerpo con otra; entre mis piernas encontré una humedad muy diferente
a la que procedía de la bañera.
Regresé a mi dormitorio envuelta en mi
albornoz de terciopelo negro, con la solapa izquierda cruzada sobre la derecha,
por supuesto. Enchufé el secador al lado del cabecero de la cama. Mientras me
secaba el pelo estuve leyendo webcomic titulado “Witchteria”;
trataba de una bruja que pretendía vengar la muerte de su ex-novia a manos de
un demonio con la ayuda de un hombre-lobo, y contaba con mucha acción, misterio
y erotismo.
Si ya estaba húmeda, aquella lectura me
puso a tono definitivamente.
Comprobé mi pelo peinándomelo con los
dedos; la suerte de no llevarlo muy largo es que se secaba rápido.
Desenchufé el secador y aproveché el
viaje al baño para limpiar los juguetes que iba a utilizar: la misma joya anal
del miércoles y un vibrador con forma de conejito.
No sin cierta ceremonia, los coloqué
sobre la toalla que había extendido en la cama. Encendí dos velas negras con el
mismo aroma que las sales e, iluminada únicamente con la lámpara de calaveras,
me acomodé finalmente entre las almohadas; desde mi teléfono se reproducía la playlist de un artista que había
descubierto hacía poco. Alcancé el lubricante y me introduje la joya anal con
cuidado, mirándome al espejo en todo momento. ¡Uf, me encantaba esa sensación! Tras
sacar y meter la parte metálica varias veces, la introduje completamente,
bordeé la amatista con la punta de los dedos y luego los deslicé hacia arriba.
Extendí la humedad por mis labios, acariciándome,
hasta que mi dedo corazón se detuvo en mi clítoris. Gemí cuando comencé a frotar
ligeramente arriba y abajo, estimulando la cabecita dura de aquel órgano cuya
única función era proporcionar placer.
Solía masturbarme todos los días justo
antes de dormir. De hecho, con ayuda de un poco de lubricante, solía correrme a
los pocos minutos y me dormía enseguida. Sin embargo, aquella noche quería tomarme
mi tiempo para... ¿Cómo había dicho Jessica? Ah, sí. Para darme amor a mí
misma.
Moviendo el dedo al ritmo de la música,
mis pensamientos vagaron hasta la escena del miércoles...
⁂
Eric me depositó con cuidado sobre la
cama y se tumbó a mi lado, bocarriba.
—Quiero que me cabalgues con tu culo.
—Tus deseos son órdenes para mí...
Mis piernas estaban despertando poco a
poco, así que me moví hasta quedar sentada a horcajadas sobre sus caderas,
dándole la espalda. Me ayudó a orientar su polla hacia la entrada de mi culo; mientras
metía la punta noté que salía un poco de su corrida, y él la aprovechó para
lubricarse de nuevo.
—Uf, me encanta notar cómo tu culo se va
adaptando a mí —gimió.
Finalmente quedé completamente empalada
en su polla. Doblé mis piernas de modo que quedé más o menos sentada al estilo
indio y él me agarró de las nalgas, tan fuerte que dolía.
—Empieza a moverte.
Comencé a balancear las caderas adelante
y hacia atrás. Después de los dos orgasmos me sentía super sensible a cada
movimiento, a cada roce, y en seguida encontré el ángulo y el ritmo perfectos
para estimular mi clítoris desde dentro.
—Muy bien, busca ese punto que te
gusta... Buena chica...
Escalofríos de placer me recorrían
entera, haciendo temblar mis músculos, y el orgasmo comenzó a acumularse en mi
vientre.
—Eric... Agh... Me voy a correr...
—Córrete para mí, Angy.
Y con esa simple orden, me volví a
correr.
Cerré las piernas involuntariamente,
temblando con violencia, mientras el squirt
mojaba sus muslos, las sábanas... Pero ni siquiera entonces me dio tregua: sus
dedos se clavaron aún más en mi carne y continuó moviéndome.
—Vas a seguir así hasta que yo me corra
por segunda vez, ¿de acuerdo?
Gemí.
—Angy, respóndeme con palabras.
—De... acuerdo...
—Y te tocarás al mismo tiempo, sin parar
de buscar el orgasmo. Te correrás cinco, diez... cien veces más, si hace falta.
Ante esa sentencia solo pude gemir de
nuevo.
Obedecí y busqué mi clítoris con los
dedos de mi mano derecha, apoyando la izquierda a la altura de mi tatuaje. La
combinación masturbación-penetración-anal hizo que pusiera los ojos en blanco.
A los poco minutos volví a correrme.
Y poco después, me corrí de nuevo.
Y una vez más.
Entonces Eric alzó las caderas y me
empujó al mismo tiempo hacia abajo, como si quisiera atravesarme entera; estaba
tan sensible que noté perfectamente cómo su polla palpitaba en mi interior,
augurando su clímax. Sobreponiéndome a mi sobre-estimulado estado, seguí
moviéndome mientras se corría dentro de mí.
⁂
Tras correrme con la mano, esperé unos
minutos a que mi pulso se normalizase y alcancé el juguete. Aunque ya estaba
empapada, lo unté con lubricante y me introduje el extremo largo y curvo en la
vagina, de modo que lo que se suponía que eran las orejas del conejito quedasen
en contacto con mi clítoris. Activé el primer modo de vibración, tan suave que incluso
resultaba relajante, y mi mente continuó con la escena...
⁂
Eric me abrazó y nos recolocó de modo
que quedase tumbada bocabajo.
—En seguida vuelvo.
Se levantó con cuidado y se dirigió...
¿Al salón? ¿Al baño? Cuando regresó, me comentó:
—Voy a meterte de nuevo la joya anal,
¿de acuerdo?
—De acuerdo.
La idea de que su corrida se quedase
dentro de mí, como si fuera un pavo al que acababan de rellenar, me encantaba;
eso sí, estaba tan dilatada por el grosor de su polla que cuando me colocó de
nuevo la joya apenas la noté.
—También me he lavado. ¿Te apetece que
me ponga un condón y te folle el coño hasta correrme por tercera vez?
—Sí, por favor...
Me penetró desde atrás. Noté su pecho y
su estómago contra mi espalda, sus fuertes piernas apresando las mías, de
modo que quedé cubierta por su cuerpo. Entrelazó nuestras manos bajo las
almohadas y comenzó a moverse lentamente, gimiendo contra mi oído.
Ojalá nos hubiéramos quedado así para
siempre.
⁂
Me corrí por segunda vez, empapando la
toalla con mi squirt. En vez de
detenerme, aumenté la vibración, sintiendo todo mi cuerpo vibrar al son del
juguete. En seguida volví a correrme de nuevo.
Antes de conocer a Eric habría parado
tras el tercer orgasmo; ahora sabía que podía correrme muchas veces más, así
que continué hasta alcanzar un placer que parecía infinito.
"Get a grip" de Matt Bailey / Twitter: @baileydraws / Instagram: @baileyillustration |
Este capítulo se sale, vamos que si fuera cierto esa parejita merece un monumento ajjaj. Muy bueno y muy bien escrito . Un besazo preciosa.
ResponderEliminarEstaría guay un monumento de Angy y Eric ;P
EliminarGracias por leer, Campirela
Un besazo
Me gustó la brutal sinceridad de la protagonista, con la vecina.
ResponderEliminarY la intensidad de la relación con Eric.
Jesica me cayó un poco pesada.
Besos.
¡Me alegro de que te gustase la sinceridad de Angy! jajaja Y la intensidad de la relación.
EliminarEntiendo lo de Jessica... quizás me quedó un poco pesada la explicación de su asexualidad.
Mil gracias por leer y comentar, Demi.
Un besazo
Un sinceridad como agua fría, lipia y transparente. Me ha gustado.
ResponderEliminarUn abrazo
A veces hay que ser sincera...
EliminarGracias por comentar, Albada
Un abrazo
Mas vale una vez colorada que ciento amarilla, y siempre y con todos. No hace falta imaginación para leerte, todo muy bien descrito. Abrazuco
ResponderEliminar¡Gracias por leer y por tus palabras, Ester!
EliminarUn abrazuco
Divertida e inteligente respuesta a la vecina, siempre hay alguna vecina entrometida en todas partes, no faltan. Otro de esos capítulos que tienen mucho contenido, mucho detalle y un personaje nuevo, Jess que tiene una particular forma de ser y me deja pensando en algunas cosas, como por ejemplo, se puede no sentir atracción por alguien?, si se puede implica otros cuestionamientos también, comenzado porque dice que aun siendo ace puede tener sexo con otras personas, luego, no hay allí una atracción? Yo al menos no soy ace ni aro :) He oído la play list mientras leía todo con atención, sobre todo la parte final. Y decirte además, que no funciona el enlace a Instagram o no muestra nada, dice que la página no está disponible.
ResponderEliminarDulces besos de manzana y dulce mes Dafne.
Encantadísima de que te haya gustado el capítulo, Dulce :3
EliminarSobre lo de Jess y asexualidad...
--¿Se puede no sentir atracción por alguien? Me atrevería a decir que en efecto, es una posibilidad. En psicología social, hay distintos tipos de atracción: romántica, de amistad, sexual, familiar, intelectual... Podría haber personas que no se sienten atraídas por otras de ninguna manera.
--Las personas ace (orientación sexual, relacionada con atracción sexual) pueden tener relaciones sexuales porque les gusta el sexo, porque tienen una relación (romántica o aro)... Ser asexual no tiene nada que ver con tener sexo. Lo mismo se aplica a ser hetero, de hecho; una persona hetero se siente atraída por el género opuesto, pero podría no gustarle el sexo.
¿Te gustó la playlist?
Oh, han debido de tumbarle la cuenta principal de Instagram a Matt Bailey *.* Ahora añado la de Twitter... Gracias por avisar.
Dulces besos de manzana y dulce comienzo de Marzo
Claro, es obvio que podamos no sentir atracción por muchas personas, pero no sentirla por nadie nunca como para no tener interés en alguien? Allí me pierdo, aunque todo es posible, pero anular ciertos sentimientos naturales es ir contra la naturaleza, valga la redundancia. Me gustó la playlist, me gusta oír música y conocer. También ya he podido apreciar la obra de Matt Bailey, flesh and bones :)
EliminarMás dulces besos de manzana y dulce fin de semana Dafne.
Por estadística, podría ser :3 Angy lo sabrá mejor...
EliminarMe alegro que te gustase la playlist y la obra de Matt Bailey. ¡A mí me parece brutal!
De nuevo, gracias por leer y comentar, Dulce.
Esta vez, te mando besos dulces de huesitos
Vayamos por (algunas) partes...: me gustaron detalles como la notita y su escondite, la pequeña escena viperina del ascensor y la vecina (se lo merecía) y la mención de la piedra, aplique que no suele ser apreciado en el fragor del roce y frotamiento. No me ubiqué con la mención de la obra, tal vez (mala mía) por no haber leído algún capitulo anterior. Referente a no sentir atracción por alguien, bueno, supongo que era cuestión de saberle el nombre porque, de todas las personas que conozco, de un 95% sufro de "no atracción" de ninguna clase por ellas! Y las que me atraen físicamente, me entran por los ojos y me pasa muchísimo, que cuando las empiezo a conocer en detalle, como que la libido se me esfuma...
ResponderEliminarMe desvié del texto y terminó siendo una sesión! Cuánto me sale la hora sin obra social doctora?
Te dejo besos!
¡Hola, Etienne!
EliminarGenial que hayas recalcado todas esas partes del capítulo. Este forma parte de mi Proyecto Kinky, y puedes encontrar el link a la lista de capítulos pinchando en la palabra "aquí" del aviso de contenido, yendo hacia atrás en el Capítulo 6 y anteriores, o pinchando en las etiquetas al final del post. Por supuesto, también se puede disfrutar de forma independiente, aunque la historia va siguiendo un hilo poco a poco.
Aquí las sesiones van sin precio, pues el tiempo es indefinido ;P
Gracias por leer y comentar.
Un besazo