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RELATO IGUALES Y DIVERSAS

Hola, hola, criaturillas indefinidas. ¿Qué tal habéis empezado la semana?

Esta vez os traigo el relato que presenté en el concurso de microrrelatos Iguales y Diversas del Gobierno de Aragón (España). El objetivo era visibilizar la diversidad y el derecho a expresarse libremente para prevenir la discriminación y la violencia contra las mujeres lesbianas, trans y bisexuales.

Aunque no fui ganadora de ninguno de los premios, me complace formar parte igualmente de la antología, que podéis leer en el apartado de Noticias del Servicio de Igualdad (o podéis clicar aquí para descargaros el pdf directamente). Además, a las personas participantes en el concurso también nos hicieron llegar un ejemplar en papel.

A continuación os adjunto algunas fotografías y seguidamente os transcribo el texto.

 Finalmente, os quiero desear feliz mes del orgullo y mucho ánimo para seguir luchando.

 

 
 


¿Qué eres?

Gabi nació durante una tormenta de nieve que dio la bienvenida a la primavera. Su madre siempre dice que por eso tiene los ojos verdeazulados, y entonces su padre esboza una sonrisa que Gabi ha heredado, con un hoyuelo en la mejilla derecha.

El primer día de colegio hizo sus primeros amigos, Cloe e Izan. ¡Eran como los tres mosqueteros! Con siete años Izan le preguntó, sin malicia, por qué no llevaba nunca vestido, y Gabi le respondió:

—¿Por qué no lo llevas tú?

Entraron en institutos distintos, así que Gabi conoció nuevas personas. Empezó a jugar a rugby y se apuntó a clases de teatro. Tenía un cuerpo atlético y musculado (¡le encantaba!) y solía vestir con ropa ancha por comodidad. Con catorce años se cortó el pelo como el protagonista de su película favorita y a partir de entonces empezó la impertinente pregunta:

“¿Qué eres?”

Gabi investigó sobre feminismo, colectivos LGTB+, género, sexo… Encontró algunas respuestas y muchas más preguntas.

A los dieciséis años besó por primera vez a una chica y le rompieron por primera vez el corazón. Luego empezó una relación con un chico y a los pocos meses Gabi le rompió el corazón, pues conoció a Max.

Max era una chica trans que tenía el pelo rosa y un canal de Youtube donde enseñaba a maquillarse mientras debatía sobre cualquier tema. Nunca le preguntó “¿Qué eres?” y por eso Gabi se enamoró de ella.

Max empezó la carrera de filosofía y Gabi la de arquitectura, y la universidad les mostró un mundo inmenso de diversidad, pero a pesar de ello sabían que aún hay mucho que mejorar.

Gabi continuó creciendo y conociéndose, y ahora cuando le preguntan:

—¿Qué eres?

Sonríe y contesta:

—Soy libre.

 

 


CREADORES

Llevaba milenios preparándome para aquel día, pero aún así no pude evitar que me sudasen las manos y el corazón me latiera a mil por hora cuando me aceptaron en Ivyst, la mejor empresa de entre las mejores de los Saszdahil.

 Nada más llegar, mi jefe me dio la bienvenida y la enhorabuena por mi excelente currículum. «No hay tiempo que perder —exclamó, sus ojos irisados brillando intensamente—. Está en nuestra naturaleza: los Saszdahil existimos con el propósito de crear nuevos mundos». Irónico, pues no conocíamos quién nos había creado a nosotros… Pero eso no lo iba a decir en voz alta.

Apenas hablamos unos minutos más, me dejó a solas con mi proyecto.

Para crear un mundo debía abrir un limbo, un lugar donde no hay absolutamente nada, ni materia, ni energía, ni tiempo. Una vez abierto, introducía dos partículas arrancadas de mi propio ser y cerraba aquel limbo hasta que ocurriera algo. En realidad, no tenía de qué preocuparme: ese algo siempre ocurría. Sucedía con una colisión, y entonces se formaban la materia, la energía, el tiempo… Un nuevo mundo.

Las semanas en la empresa volaron. Tras la creación, mi trabajo consistía en modelar y estudiar las galaxias que lo componían, sus sistemas, sus astros… Mi sistema estaba compuesto de una estrella entorno a la que giraban ocho planetas, cuatro planetoides y multitud de asteroides, cometas y meteoritos. En todos y cada uno de ellos arrojé una semilla de vida cada equis millones de años, hasta que en otra jornada pude constatar la existencia de unas células primigenias en las aguas del tercer planeta.

Su desarrollo fue lento pero fascinante, alternándose explosiones de vida y extinciones, hasta que llegó la especie más curiosa de todas: los humanos.

Ningún Saszdahil había creado antes nada parecido, y lo que más me gustaba de mis criaturas era su capacidad innata de crear. Literatura, ciencia, arte, danza, música… Eran maravillosos. Sus poblaciones se organizaban en territorios con culturas propias, y tenían una forma de relacionarse con el medio completamente distinta a cualquier animal; eso debería haberme alertado, pero cuando me di cuenta ya era demasiado tarde.

Aquellos seres se mataban entre ellos y arrasaban con todo a su alrededor. La tierra moría por donde ellos pasaban, el aire se hacía irrespirable y las aguas enfermaban. Sus guerras eran atroces, y su maldad no tenía límites.

Conforme empeoraba la situación, Saszdahil de otras empresas intentaron ayudarnos, pero no sirvieron de nada ni la fe ni la práctica; los humanos estaban envenenados por el odio, la codicia, la envidia, el dolor, el miedo y la venganza. ¿De dónde procedían esos sentimientos? Yo no los había creado…

Finalmente mi mundo se quemó por su falta de amor

y yo perecí con él.




EL BESO



Cap 1. VEO FUEGO

Allí estaba ella. Tan hermosa como siempre, sonriéndome con sus ojos azules y saludándome con su cabello rubio, largo hasta la cintura, que ondeaba con el viento; los mechones parecían decir ¡Hola, hola! con cada latigazo. Le envié una sonrisa de labios que no tardó en recibir una respuesta, y me sentí el ser humano más feliz del planeta. Quise acercarme, pero el grupo de estudiantes nos arrastraba hacia el campo de tiro y la marea de personas nos engulló antes de dar ningún paso el uno hacia el otro.
Me abrí un poco la cremallera de la cazadora, un poco asfixiado por la multitud y el incipiente cambio de estación. El invierno estaba retirándose, por lo que los profesores habían decidido hacer una excursión al Club de Tiro en vista de los “Juegos Olímpicos” en los que íbamos a participar todos los institutos de la ciudad. Era la primera vez que se realizaba algo como aquello, y cada uno de los centros debía encontrar un grupo de atletas de distintas modalidades, tanto de chicas como de chicos, para contribuir a la causa, pues el dinero de las entradas estaría destinado a una organización benéfica para luchar contra el cáncer de mama. Por supuesto, no era obligatorio realizar las pruebas para descubrir si eras o no una de las estrellas del evento, pero a todos los estudiantes nos gusta perdernos clase de vez en cuando.
¡Así que allí estábamos! En cuanto llegamos a la zona de tiro, nos separaron en varios grupos para poder examinar con mayor facilidad nuestro potencial. Por un instante me dio un vuelco al corazón al pensar que no me había tocado con ella, pero entonces…
—¡Hey, Ed Sheeran!
Lo primero que vi fue sus converse lilas y azules tuneadas con calaveras, barcos y mares estrellados, después unas piernas largas enfundadas en unas mallas negras y luego una cazadora en cuyos bolsillos guardaba las manos.
—¡Oh! Pensé que te tocaba en otro equipo Duff…
Seguimos al grupo, caminando el uno al lado del otro.
—Hombre, ¿si no haces más que mirar al suelo cómo me vas a ver? —me dio un empujón amistoso que me hizo trastabillar, y comenzó a reírse con su voz cantarina.
—¡Bah! El suelo es muy interesante… Además, ¿cuántas veces tengo que decirte que no me llames así? —me quejé, devolviéndole el empujón, por lo que tuvo que agarrarse a mi brazo para no caerse.
—¡¡¡Shhhhhhhhh!!!
Tuvimos que aplazar nuestra conversación porque habíamos llegado a nuestra zona de entrenamiento y debíamos escuchar las instrucciones de nuestro monitor, equiparnos y situarnos “ordenadamente” frente a nuestras respectivas dianas.
Tres cuartos de hora después, la vasta extensión de hierba comenzaba a recibir las primeras saetas de prueba. El ejercicio consistía en tratar de acertar el mayor número de flechas posibles en la diana a 30 metros en la primera ronda. Entonces, se eliminarían a aquellos que menos flechas hubieran acertado, mientras que el resto pasaría a la ronda de los 50 metros y así sucesivamente hasta llegar a los 90 (si es que alguien lo conseguía).
—Lo que te estaba diciendo… Que no me llames Ed Sheeran… ¡No me gusta!
Duff puso los ojos en blanco.
—Es que pareces su hermano pequeño, E-R-O-S —dijo deletreando mi verdadero nombre.
—¿Lo de "pequeño" va con segundas? —Me hice el ofendido, mientras preparaba mi primera flecha; aquella era la primera vez que sostenía un arco, pero me sentía poderoso.
—¡Por supuesto que sí! Pero yo no tengo la culpa de que seas una cabeza más bajito que la media —exclamó, riéndose de nuevo y disparando por primera vez; la flecha silbó en el aire, pasando la diana, y se clavó varios metros más adelante.
—¡Mira que eres "mala"! Y mala disparando, también...
―¿Y tú qué sabes a dónde estaba apuntando? ―se retiró el pelo del hombro, orgullosa―. Una hormiga me molestaba el paisaje.
―Anda, aprende del maestro… ―Levanté el arco, tensé la cuerda, llevándomela a la altura de la boca, tal y como nos habían enseñado, y disparé:
La saeta se clavó justo en el centro de la diana.
Al ver que mi amiga se quedaba boquiabierta, me dispuse a preparar el segundo disparo; no quería que pensase que había sido la suerte del principiante. Llevé una mano a mi aljaba y…
—¡Eh, pelo zanahoria! ¿No eres demasiado pequeño para jugar con cosas de mayores? —La voz provenía de la fila de al lado—. ¡Te has equivocado de lugar, canijo! ¡Deja a los hombres de verdad disputar la prueba entre nosotros y quítate de en medio!

TU MIRADA


Adoro tus ojos verdes.
Tu mirada límpida, inteligente y tierna es sobrecogedora. ¿Qué es lo que se te pasa por la cabeza cuando me miras así?, me pregunto. ¿De verdad me ves hermosa? ¿Por qué?
He buscado en el diccionario la definición de "Belleza". Dicha palabra proviene de la latina bello, y su primera acepción es: «Propiedad de las cosas que hace amarlas, infundiendo en nosotros deleite espiritual. Esta propiedad existe en la naturaleza y en las obras literarias y artísticas.» Con ésta creo que ambos podemos estar relativamente de acuerdo. La siguiente acepción, sin embargo, es más controvertida: «Mujer notable por su hermosura.» ¿Por qué tiene que ser una mujer, eh?
En mi opinión, "algo bello" es aquello que despierta en los seres humanos sentimientos, como la necesidad de plasmar su esencia con palabras, trazos o sonidos. Es la combinación de otros elementos, como la elegancia, la armonía o la inteligencia. Para mí, mi hermana es la joven más bella que he conocido y que probablemente vaya a conocer, y por eso siempre aparece en mis relatos y tengo un millón de bocetos suyos. —¡un hombre!— eres bello porque eres una persona magnífica y despiertas lo mejor de mí, el amor. Pero... ¿y yo? ¿Por qué soy bella? ¿O por qué no?
Creo firmemente que todo encierra belleza, que cada uno es libre de buscarla y de verla. ¡Todo es bello! Lo que depende es la forma de mirar. Una persona puede serlo, tener unos rasgos armoniosos que recogen todos esos cánones de belleza ya establecidos y, sin embargo, estar podrida por dentro, lo cual anula de un plumazo toda esa belleza exterior. El personaje Dorian Gray lo ejemplificaría a la perfección. ¡Ah! Pero tú, mejor que nadie puesto que estudias literatura universal, comprenderás en que no por ello la historia de Oscar Wilde deja de ser bella; habla de la decrepitud y perversidad del ser humano de una forma impecable y con una narrativa realmente hermosa.
Entonces, ¿qué sucede cuando el concepto de belleza es tan ambiguo?
Habrá que buscar más argumentos, ¿no crees?
Siguiendo con el contexto de la escritura, ambos coincidiremos en que el cáncer es una realidad dolorosa, personal, que produce temor y muchos prefieren evitar. Sin embargo, un escritor puede hacer del cáncer algo bello, creando una historia donde la protagonista sea una amazona que muestra decidida su cabeza rapada y el torso al descubierto, sin miedo a mostrar uno de sus pechos cortados porque es una luchadora que ha ganado su batalla. ¿Por qué ella no va a ser hermosa?
La literatura es una de las cosas más bellas que existen. La capacidad de crear historias, de conmover a un lector, de sentirte identificado con lo que otros han escrito, de vivir acciones y viajar sin moverte de tu habitación. ¡Es maravilloso! Y lo mismo pasa con la poesía. Eso sí: ¡componer lo veo tan tremendamente complicado! Sin embargo a ti te sale de forma espontánea, lo cual, a mi parecer, te hace aún más hermoso.
Cambiemos de ámbito: el cine. Concretamente: el gore. A mucha gente le espanta la sangre, las vísceras... ¡No puede ni verlo! Entonces... ¿Por qué nos gusta tanto CSI, Bones o House? Quizás porque su forma de transmitirnos los asesinatos y la muerte es hermosa gracias a todos esos efectos especiales, a los diálogos inteligentes, a la actuación de los actores, etc. Además, ¡lo grotesco se encuentra en el arte desde hace siglos!, y tal y como se necesita la tristeza para que podamos ser felices, también se necesita lo feo para que podamos apreciar lo bello.
Por supuesto, para gustos los colores.
Eso sí, toda esa belleza en lo ominoso es lógico que deje de existir cuando la trasladamos de una pantalla a la vida real. A nadie nos gustaría morir o matar, ni ver un asesinato, ni ser violados o violar... A menos que seamos psicópatas, delincuentes o tengamos algún trastorno mental, claro. Sin embargo, me pica la curiosidad: ¿Ellos cómo aprecian la belleza?
¿Y cómo ve la belleza un ciego? Un ciego oye la belleza, o la palpa, o la saborea. No hace falta ser vidente para apreciar algo que es hermoso, porque la belleza se puede percibir con cualquiera de los sentidos. Bien se lo decía el Zorro al Principito: «Lo esencial es invisible a los ojos».
Por ejemplo, en el ámbito de la música, cuando estamos juntos, nos da igual escuchar Romeo y Julieta de Prokofiev que cualquier otra canción de Marilyn Manson, lo cual no quiere decir que sean bellezas iguales. Son formas de belleza distintas, incomparables debido a que pertenecen a géneros musicales completamente diferentes, pero no por ello una es más bella que la otra.
¿Y la música del silencio? O de la lluvia, del discurrir de un río, del mar, de los pájaros, del tráfico, de los fuegos artificiales...
¿Y el olor del café recién hecho? O de la brisa, de la hierba mojada, de la canela, de la tierra, de tabaco de pipa, de loción para después del afeitado...
¿Y el sabor a chocolate? O a vainilla, a estofado de la abuela, a kebab, a mandarina...
¿Y el tacto de tus dedos? O la presión de tus besos, la ternura de tus labios, tus abrazos...
¿Y el calor del verano? O el frío del invierno, el temple de la primavera, del otoño, el fresco de la noche...
¡Ay, la belleza! Ese ente tan indefinido como la realidad... ¿Qué es realmente bello? Es un hecho que forjamos la verdad tal y como vemos lo que ocurre a nuestro alrededor. Por eso, quisiera poder "ver" con tus ojos, con tus oídos, con tu lengua, con tu piel, entender desde otro punto de vista La Vida, La Belleza, porque por mucho que tratemos de explicarlo con palabras, nos quedamos cortos.
Tú me dices que soy hermosa porque me quieres. Porque soy lista. Porque te gusta hablar conmigo y podemos tratar cualquier tema. Porque tengo los ojos azules más bonitos que has visto nunca y te encanta sumergirte en mi mirada. Porque soy perfectamente imperfecta e imperfectamente perfecta. Porque nunca estoy satisfecha y eso me empuja a seguir adelante con las fuerzas redobladas. Porque aunque saque doses o dieces nunca te decepciono, aunque yo esté decepcionada conmigo misma. Porque cuando me dices cuánto me amas, nada más importa.
Sí... Gracias a ti, comienzo a comprender...
¿Sabes por qué sé que soy hermosa? Porque desde el instante en el que tus ojos verdes me dicen con cada pestañeo lo bella que soy, yo me convierto en eso.


Espejo grabado con el dibujo del Principito
5º de primaria

VIVE Y DEJA MORIR

¡Muy buenas, bloggeros! Ya sé que he tardado mucho en actualizar, pero llevo una semana sin tocar un ordenador y no quería subir nada hasta volver y saber el fallo del concurso de literatura de mi instituto.
Como ya sabéis, me presento cada curso desde hace tres años; la primera vez gané el primer premio de mi categoría (estaba en 3º de la ESO) con el relato de El Lobo (aunque también presenté el de Harley Davidson), el segundo año no hubo suerte (los relatos presentados fueron el de Memorias de Alaska y El llanto de un violín herido) y este año... ¡He vuelto a conseguir el primer premio!




Siendo sincera, la idea la tuve desde que me presenté al concurso del año pasado.
Siempre es algo así como: "Vale, ya tengo el/los relato/s de este año... ¿Qué escribo "pa'l" siguiente?" Entonces, una vez que tengo la idea en la cabeza y está apuntada en tres libretas (como mínimo) y varios tacos de posits para que no se me olvide, las noches de insomnio voy desarrollándola hasta que llega el mes anterior a la fecha límite y lo escribo de tirón.
Luego, con la espera, vienen los nervios, y ya la semana anterior al voto te da un poco lo mismo el resultado, pues tú misma te has olvidado de que se acerca la fecha (excepto que te lo recuerde alguien, claro) Y cuando te lo dicen, y además has conseguido ser finalista, al principio es un poco: "Ah, vale, bien..." pero en cuanto se te pasa el shock ya llegan los unicornios y los arco iris.

Bueno, no me enrollo más, y os dejo que lo leáis y juzguéis vosotros mismos ;)

¡Muchos besos y muchísisisimas gracias por leerme y por todo vuestro apoyo!

MEMORIAS DE ALASKA

 Cap 1- La captura

La nieve era limpia y resplandecía con la luz de la luna. Hacía viento, pero yo ya estaba acostumbrada a los fríos inviernos de Alaska.
Alcé la cabeza, en busca de esa moneda que siempre enseñaba la misma cara y que servía de inspiración a tantos poetas: La Luna, que cubierta de cicatrices resultaba hermosa; la Luna, que velaba por la vida de mi familia cuando salíamos al bosque a cazar.
Apareció mi hermano pequeño entre los árboles, sobresaltándome. Le gruñí con dulzura que no volviera a hacer eso, y le besé la mejilla. Se deshizo de mí con el empujón típico de los hermanos pequeños, y dejé escapar una carcajada mientras me agachaba y volvía a concentrarme en el rastro; llevábamos dos horas persiguiendo a un ciervo herido. También apareció mi padre para preguntarme qué tal me las apañaba, y mi madre me llamó metros adelante.
Mi nombre no es importante en esta historia, y aunque os lo dijera tampoco lo comprenderíais, ya que es demasiado complejo en vuestra lengua, por lo que he decidido que lo mejor es obviarlo.
Retomamos la búsqueda, hasta que por fin divisamos al ciervo, recostado en un tronco caído lamiéndose las heridas. Desde un punto de vista artístico podría decirse que era una imagen hermosa, pues el pelaje cobrizo del animal resaltaba en la oscuridad, una oscuridad de distintas tonalidades de azul dependiendo de dónde se reflejasen los rayos de luna, pero para mi solo era comida.  Vi cómo mis compañeros de caza ocupaban la formación que habíamos planeado para que no tuviera escapatoria. Mis otros hermanos también aparecieron, como sigilosas sombras, y cuando formamos un círculo casi perfecto alrededor del ciervo decidimos hacerle saber de su situación. Pisé una rama y el viento nos ayudó a que nuestro olor le llegase. Alzó la cabeza, alertado.
Era un ciervo joven, pues aún carecía de la preciosa cornamenta que los caracterizaba a los de su especie. Se puso en pie, y nosotros saltamos a su encuentro.
Ahí estábamos, mi familia y yo, nuestra presa, acorralada… y también los seres que se convertirían en nuestros captores.
Cuando nos quisimos dar cuenta de que un enemigo común nos había rodeado, fue demasiado tarde; aquellos que habían destruido nuestros hogares en los últimos años para sustituirlos por sus raras edificaciones nos miraban con ojos malvados mientras nos apuntaban con sus peligrosas armas. Eran seres altos y feos, como si pertenecieran a otro planeta, y hablaban un lenguaje extranjero, rudo, y se tapaban el cuerpo con vestimentas extrañas.
De repente se oyó un gran estruendo, un disparo. Se me erizó la piel, recorriéndome un escalofrío, y me tensé instintivamente. Miré a mi padre en busca de una orden, de cualquier cosa que nos pudiera sacar de esa situación, pues nunca nos habíamos enfrentado a esos seres, pero él lo único que hizo fue atacar. Empujó a uno de ellos y se dio una gran confusión, que el ciervo aprovechó para escapar. Maldije en voz baja y me concentré únicamente en nuestros adversarios, decidiéndome entre hacer como mi padre o huir con mis hermanos, que es lo que nos gritaba mi madre que hiciéramos. Mis hermanos la desobedecieron y atacaron, y yo me quedé quieta, pensando qué debía hacer.
Pensé durante demasiado tiempo.
Se oyeron más disparos y el primero de mis hermanos cayó.
Me moví, fui a socorrerlo, pero era demasiado tarde.
Uno menos.
Me metí de lleno en la pelea, furiosa. Conseguí degollar a uno de los seres, al que no le dio tiempo ni a gritar, e intenté ayudar a combatir a mi hermano pequeño, cubierta de sangre. Las balas volaban como meteoritos, y se estrellaban en nuestros cuerpos o se perdían en la vegetación de los alrededores. Me alcanzó una en la pierna y me caí en la nieve con un grito de dolor; a mi hermano pequeño le alcanzó otra en la cabeza.
Me giré justo cuando oí el aullido que anunciaba la muerte de mi madre, el disparo que acabó con la vida de mi padre, y poco después mis otros hermanos también sucumbieron a la misma suerte.
Se hizo el silencio.
Los seres resollaban por el esfuerzo, algunos con heridas graves, otros con algunas que no lo eran tanto. Conté tres cadáveres por su parte, por lo que habían quedado cinco vivos. Uno de los seres me apuntó con un dedo largo y pálido y dijo algo. Acto seguido dos de sus compañeros me agarraron del pelo y me arrastraron por la nieve hasta quedar a la vista de todos. Me quejé por el tirón y les miré con odio desde el suelo, decidida a luchar todo lo que tuviera que luchar. Los dos que me habían agarrado me inmovilizaron las extremidades antes de que pudiera hacer nada e intenté morderles las manos cuando estas se acercaron a mi boca para amordazarme. Al final consiguieron que todos sus dedos quedasen ilesos.
El jefe, que era el que había dado la orden, comenzó a dar vueltas a mí alrededor, mirándome con un ojo cazador muy distinto al nuestro, y entonces me di cuenta de que no tenía intención de matarme. No, no todavía…
Se arrodilló a mi lado y me palpó la tripa, las piernas, la espalda, los brazos, el cuello, como en un chequeo médico, hasta enredar los dedos en mi nuca para alzarme la cabeza y mirarme a los ojos. El ser dijo algo a sus compañeros, sonriendo, y me resultó asqueroso que me tocase con esas manos del color de la leche. Mi mirada se clavó en la suya, llena de odio, dando con unos ojos cuya esclerótica cubría la mayor parte de la superficie visible; los irises eran azul grisáceo, como el cielo que se cubre de nubes de tormenta. Sin embargo mis ojos tenían un color azul intenso, y resultaban fríos y penetrantes como el hielo, aunque a veces eran más ardientes que cualquier otra llama.
El jefe de los ojos tormentosos se separó de mí y me dio la espalda. Luego los dos que me habían atado me levantaron y me condujeron hasta un trineo; me dejaron caer en él como si fuera un saco. En seguida se pusieron en movimiento, alejándose del lugar en el que había tenido lugar la batalla. Una lágrima rodó por mi mejilla cuando vi por última vez los cuerpos inertes de mi familia, y el odio creció aún más en mi corazón.
Me di cuenta de lo cerca que estaba la espada de la muerte sobre nuestros cuellos, de lo fácil que era morir, así, ¡zas!, en milésimas de segundo, sin que nadie más fuera a recordarte, sin que nadie excepto la Luna hubiera presenciado tu marcha hacia el Más Allá.
Y aún así, sabía que había un destino aún peor que la muerte.
Y ese destino, era el que a mí me esperaba.

HARLEY DAVIDSON


Tranquila, me dije. Respira hondo. Que no te tiemblen las manos y deja de parecer tan nerviosa. Seguro que no será la primera vez que vas a tener que hacerlo. Venga, tranquilízate y hazlo. Piensa en Luna.
Me llamo Pandora, y Luna, es mi hermana. Somos dos de los pocos millones de personas que han sobrevivido en este mundo apocalíptico, y no, no hay zombis. Lo siento mucho por los que se esperaban lo contrario, pero en nuestra historia el desencadenante del Fin del Mundo no es un virus maligno que muta a los seres humanos, sino la venganza de la Madre Naturaleza.
—Perdone, señorita, ¿me puede alcanzar ese saco de patatas? —Una voz interrumpe mis pensamientos.
—Por supuesto, señora…
Me pongo de puntillas y alcanzo el fardo que me ha señalado la mujer. Es pesado, y el tacto de la tela es áspero contra mis manos. Cuando se lo entrego, me sonríe y dedico unos segundos a observar su rostro arrugado como una pasa y sus ojillos brillantes y oscuros, parecidos a los de un cuervo. Es una anciana de unos sesenta años, delgada, pero su mirada me demuestra que es astuta y su presencia impone respeto. Normal, si ha sobrevivido todo este tiempo y puede pagar toda la comida que acumula en el carrito de la compra debe ser muy inteligente y respetada. No como otras, que tenemos que robar para salir adelante.
—Gracias, bonita.
—De nada… Que pase una buena mañana —intento no encontrarme con sus ojos rapaces cuando lo digo; me dan la sensación de que en cualquier momento adivinará mis pensamientos y me acusará del delito que voy a cometer.
—Igualmente.
Se da la vuelta y se aleja lentamente con su carrito de la compra a rebosar de comida. Uf, ha faltado poco… Y ahora, a continuar con el plan, me repito con insistencia. Mi plan es simple: coger varias latas de conserva, una pastilla de jabón, una botella pequeña de agua y algo de ropa, metedme en los probadores, quitar todo aquello que pueda pitar, guardar las cosas en mi bandolera y salir por la puerta como si nada.
Comienzo a caminar por los pasillos del supermercado, buscando los artículos que necesito; al menos no hay mucha gente.
Luna y yo nos cambiamos de ciudad constantemente por culpa de la ley del “hijo único” impuesta por el dictador mundial Skoll, que intenta salvar la Tierra matando a la población sobrante, o sea, a los “no primogénitos de cada familia”, quienes suponen un gasto que no se puede permitir la humanidad; si nacen gemelos, se echa a suertes quién de los dos vivirá. Ya sé que es una barbaridad y una ley absurda, porque cuantos más supervivientes más posibilidad de salvar a la humanidad hay, ¿verdad?, pero de momento ni los grupos de resistentes han conseguido echar a Skoll del poder ni matarlo. Yo misma me uní a un grupo de esos hace unos años, pero ponía en peligro a mi hermana y decidí continuar las dos juntas por nuestra cuenta.
Nuestros padres están muertos. Recuerdo que al año de que mi hermana pequeña naciera ocurrió una de las primeras inundaciones que sentenció al Mundo. Eso sucedió el 21 de diciembre de 2012 exactamente; hoy es 8 de mayo de 2022 y cumplo 16 años.

EL LLANTO DEL VIOLÍN HERIDO


—Prefacio—
Las lágrimas se deslizaban por sus mejillas, sin poder aguantarlas más.
Había oído la canción un millón de veces, y estaba seguro de que aunque la oyera un millón de veces más, no le produciría el mismo efecto; era una melodía desgarradora, y sonrió y lloró mientras la oía.
El auditorio estaba lleno y todas las almas ahí reunidas parecían aguantar la respiración mientras el violinista deslizaba el arco sobre el instrumento como sumido en un trance. Sonaba hermoso. Apasionado.
El joven se preguntó si el concierto hubiera sido de otra manera si el músico supiera la verdad. Quizás su subconsciente lo supiera y la única forma de mostrar su sufrimiento al mundo entero fuera a través de su violín.
Las lágrimas se deslizaban por sus mejillas, sin poder aguantarlas más.
Era una melodía desgarradora y sonrió y lloró con el violinista y su violín herido.

EL LOBO

¡Hey! He estado dándole muchas vueltas al primer relato que colgaría, y al final me he decantado por este, titulado: EL LOBO.
Lo he elegido porque la primera vez que me presenté al concurso literario de mi instituto lo hice con este y con otro (que es probable que cuelgue más adelante)
Por entonces cursaba 3º de ESO (curso 2012-13). Recuerdo que presenté ambos relatos en abril y que el voto del jurado se supo en mayo. Sin embargo, he de decir que la historia de EL LOBO la llevaba rumiando desde el verano del '12, cuando empecé a escribirla. Pulí y pulí muchos detalles antes de presentarlo, y no fue hasta el último momento (y tras saber que podía presentar más de dos relatos) cuando me decidí.
¡Con EL LOBO gané el primer premio de mi categoría (que incluía en ese momento 1º, 2º y 3º de ESO)!
Así que esa es la razón por la que es tan especial para mí, y espero que a vosotros también os guste.
Con un beso y un abrazo, os dejo con la lectura:


EL LOBO

Siempre recordaré la noche que te conocí...

-¡Hasta la semana que viene, abuela! -Me despedí, abriendo la puerta.
-Ten cuidado al volver… ¡Y agradécele a tu madre las pastas que ha preparado!
-¡Vale! Nos vemos, Olivia…
La mujer que cuida a mi abuela me sonrió desde la cocina. Hice un último gesto con la mano y cerré la puerta. Las luces del recibidor parpadearon, y me  coloqué la bufanda y el gorro mientras esperaba al ascensor. Mientras los números de la máquina indicaban cómo ésta iba subiendo, pensé en el examen de economía de mañana que ya me había preparado pero que sin embargo me vendría bien repasar.
El ascensor se abrió al llegar al número 5, la planta en la que me encontraba, y  cuando entré, enseguida accioné el botón de “Planta Baja”, en la parte inferior de la placa de metal empotrada contra la pared. Me miré al espejo durante el descenso. No me parecía a mi abuela. Ella había sido morena de joven, con los rasgos finos y los ojos marrones almendrados. Sin embargo yo era rubia, tenía los labios gruesos y los ojos azules de la familia de mi madre, que siempre causaban sorpresa cuando le decía a la gente que tanto mis padres como yo éramos españoles.
Cuando salí del portal, la oscuridad y el frío del invierno me dieron la bienvenida. Hacía tiempo que había caído la noche en Zaragoza, y el cielo se había cubierto de densos nubarrones que impedían ver el ojo de la luna. No había ni un alma y me sentía incómoda, observada…
Recorrí las calles desiertas evitando detenerme. Estoy acostumbrada a ir y volver de casa de mis abuelos andando, de modo que aquella noche no fue una excepción. Pronto llegué a la entrada del parque. Me asomé al andador,… y  entonces dudé.
Miré mi reloj, nerviosa. Las nueve y media. Sentí que el alma se me caía a los pies al percatarme de lo tarde que era; sabía que el camino a través del parque era el más rápido, pero también el más peligroso. El viento empujó mi espalda, como una señal. Pensé que ninguna de las veces que había vuelto por ahí me había pasado nada.
-Mamá, me vas a matar… -Susurré para mi misma, acordándome del rostro de mi madre, y haciendo acopio de valor, di un paso.
A mi izquierda quedaban edificios y tiendas que habían cerrado hace rato. A mi  derecha había bancos de hormigón, árboles, una de las zonas infantiles y más árboles; el chirrido de los columpios me provocó un escalofrío.
Comencé a andar más deprisa, ignorando que tus ojos devoraban cada uno de mis movimientos en la distancia.
Di una vuelta más a mi bufanda, sin detenerme, pues cuanto antes saliera del parque, mejor. Los árboles comenzaron a abrazar el andador a medida que me  acercaba a la primera bifurcación de caminos… Ahí fue cuando te oí.
Apenas fue un susurro de respiraciones que se sumaron a la mía, y supe que querías hacerme ver que no estaba sola. En ese momento solo pensé en correr.
Mi cuerpo se puso en movimiento instintivamente y me introduje entre los árboles en un abrir y cerrar de ojos; sentía tu presencia como el aliento de un animal sobre mi garganta. Me desabroché los botones del abrigo para obtener más ligereza. Mis botas crujían por culpa de las ramas y la arena del suelo y mi bufanda aleteaba entorno a mi cuello. Oía tu respiración, me imaginaba tu cuerpo acechándome en la negrura, y entonces me vi en el sprint de una carrera a muerte. El sudor frío descendía por mis sienes y una ráfaga de aire me arrancó el gorro de la cabeza. Mamá, me vas a matar… ¡Y tanto que me iba a matar cuando se enterase de tu persecución!
Tenía las piernas doloridas por el esfuerzo y el corazón me amenazaba con salírseme del pecho. Todo lo veía borroso…
Y entonces llegué a un callejón sin salida. A mi derecha quedaba una farola. En frente, una serie de árboles que hacían del camino infranqueable. Mierda, pensé, ya que con mis quince años tenía que conocer este parque como la palma de mi mano.
-¿Has perdido algo, Caperucita?
Tu voz sonó a mis espaldas, dulce y fiera; fue como si me susurrases las palabras al oído. Con la sensación del puño en el estómago, di media vuelta.
Estabas recostado contra el tronco de un árbol, inclinado levemente hacia delante y con mi gorro rojo entre las manos; una gota de color en un mar de sombras. Tú pelo, negro y corto, apuntaba mil direcciones diferentes sobre tus orejas, y tus labios eran simplemente perfectos.
-¿A dónde vas, Caperucita?